Tal vez se me cayó cuando abrí los análisis de mi esposo, o alguien la tomó por equivocación cuando me abrazó en la funeraria, quizá, se la llevó mi hijo en la mochila cuando se fue solo a la escuela.
Pensé encontrarla en el sueño profundo, pero ya me cansé de dormir y dormir; tal vez estuviera en la soledad del día, pero ya me cansé de esperar y esperar; creí que aparecería en la conversación, pero ya me cansé de preguntar y preguntar.
¡Ah! La dejé en la regadera, cuando me quite la medalla del pecho, ya no me acordaba lo que tenía grabado “Hágase tu voluntad…” Sí, ahí estaban ambas, tal como las dejé.
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