Tu cuerpo es una cuerda floja
por donde las ideas, intrépidas bailarinas,
van de tu frente hasta tus pies.
Yo salgo de tus ojos tras esa hilera,
llevo bastón y zapatillas hechas con terciopelo de los sueños,
y cuando vienen tormentas de lágrimas,
me aferro con fuerza a tu piel.
Caminamos en la misma soga
multitud de danzantes y ventolera,
y no llevo paraguas sobre los hombros
sólo una minúscula hoja de tus pestañas.
Más hay algo que me equilibra para poder llegar a tus zapatos,
desde ahí te veo como la gota derramada al vaso.
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