Cuéntame una historia, cuéntame hasta que fallezca
hazme lo que el sexo no consigue.
Que quiero perderme sin encontrar los márgenes
quiero pensarte sobre el pensar y pensarme sin ti
sin ellos, en aquel lugar inefable del pensar.
Pero cuéntame una historia, hasta que quede a solas
y tú seas sombra, que delinea mi alma y mire arriba
sin mirar el arriba, sino mirando en ángulos imperfectos
buscando algo, motivado por la utopía, desapareciendo
poco a ceniza, intimando con la sonrisa del todo.
Y cuéntame una historia, hasta que tus palabras
sean como la armonía sonora que abraza
cualquier sonido que incluye
gemidos, gritos, cantos, ramas, agua,
flores juguetonas.
Pero no ceses en contarme una historia
mirándome con aquellos ojos carmesí
y si, mirándome hasta que sienta que ya
no me veo en tus pupilas, que soy color
y colores, que el carne de nuestros cuerpos
el color de cabello, el rosado de los genitales
el blanco de los dientes, se transforman
como en la formación de las galaxias, como
en la explosión instantánea de las estrellas
como la luz, como el espacio, que guarda
la fantasía de la infinita esencia.
Y no, no quiero que concluyas
el relato de tu historia, porque si lo haces
me siento humano, me toco y te toco
y me da miedo la sensación del final
nuestro final, temo abandonar las ínfimas
posibilidades de abrazar el todo, el sueño.
El todo.
Y cuéntame una historia
Cuéntame una historia
Cuéntame una historia…
Impactos: 4