Las manos de la noche te acurrucan como
un ser amorfo y ante el desvelo de mi mirada
vas tomando forma de estatua,
para ser eterno en mi débil contemplación,
el insomnio golpea a mis ojos ,
los tira hacia tus pies
que como una escalera se abren
hacia la encumbrada morada de tu rostro
donde el silencio de la eternidad observa
mi vano intento de llegar a ti,
a mis ojos les salen pies, manos y lengua
que suben por tu cuerpo, me hubieran gustado alas
para posarlas en tu frente y estremecerte en un vuelo lejano.
Pobres de mis ojos que se fatigan en la larga espera
de pisar tu mirada, oasis que se entreabre
ofreciendo el elixir de la vida,
ellos se detiene, se aferran a tu pecho de mármol.
se sujetan a las fisuras perpetuadas en el ir y venir de los días
y ahí se quedan sostenidos y hechos piedra en el suspiro de la
noche.
Me quedo ciega al contemplarte,
como una estatua que observa a otra,
que bajo sus frías piedras esconde a la voz del fuego
y en lo hondo de las brasas a las cenizas del fénix,
fantasma que nos enlaza , nos resucita, nos libera
de la demolición de los sueños.
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