Los clones
Ana camina ensimismada en sus pensamientos en medio de la gente que pasa junto a ella, siente que su cuerpo flota sobre la acera por las calles que la conducen a la ciudad, de golpe y con asombro deja sus pensamientos de lado cuando, de pronto, casi choca con otra mujer , sacándola brutalmente de sus cavilaciones. Y levantando su mirada choca con la de la otra, ambas reflejan una impactante y pavorosa reacción al verse su mismo rostro, asustada la mujer corre mientras que Ana busca desesperada un espejo entre sus cosas que le refleje su imagen.
Al paso de los días el incidente pareciera no tener consecuencia alguna.
Por asuntos personales Ana tiene que viajar a la Capital. Llega a su destino, y se encamina a la salida de la central camionera para dirigirse por el pasillo que la conduce al metro. La vida es muy rápida aquí y todos caminan presurosos para abordar algún vagón que los lleve a su destino, Ana se apresura, pasa un hombre cerca de ella y le sonríe, la impresión la paraliza al ver ahora su rostro en el cuerpo de un hombre llevándose las manos a la boca para no gritar, se tapa la cara, moviéndola en forma de negación, un escalofrió le recorre el cuerpo se espanta, quiere correr para alcanzarlo pero sus piernas no le responden.
Aturdida y desconcertada por el incidente al sentir las miradas de la gente sobre ella, se encamina nerviosa y presurosa para abordar un vagón que la aleje lo más pronto de allí. Ya dentro del metro sin disimulo busca lugar, rápido se sienta cerca de una de las ventanillas para que uno de los vidrios le puedan reflejar su imagen con la imperiosa necesidad de ver su rostro , aún con el corazón palpitándole fuerte y desfasado, necesita confirmar ser ella, la única dueña y poseedora de ese rostro, se lleva las manos temblorosas a su cara y con las yemas de sus dedos lo delimita palpando cada parte de ese su rostro a detalle repitiéndose una y otra vez de que ella es la única poseedora original de ese rostro que la identifica como Ana, entonces el miedo regresa, la atrapa, con una mano sostiene su rostro, no fuera que este le dé un salto y pudiese perderlo entre la multitud.
Caminando a su destino va observándose a través de los aparadores y también cuidando de que su rostro va con ella, de pronto algo le llama su atención, entra en una tienda y pregunta el precio por unas muñecas que le gustaron pues se parecen mucho a las que tiene en casa, al salir se topa con otra Ana, quien va entrando.
Con emociones encontradas ya antes experimentadas, la verdadera Ana se voltea para llamar a la otra, no sabe más de ella porque se ha desmayado.
Ahora Ana se encuentra ya sobre su cama con los ojos abiertos y ve que otras Anas rodean su cama, no hablan, solo le sonríen, cada una cargando su muñeca.
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