Era el olor a bisagras viejas
Dentro de la habitación
Lo que apestaba más que el olor
Del arrepentimiento vano,
Solo eso además de la desventura
De aquel hombre
Que crujía, junto con sus dientes
Sus memorias
La suciedad de cuatro paredes rotas,
Casi cayéndose;
La humedad de la casa podía notarse
Aún sin nariz, ni tacto, ni vista
Pero el no, él era invisible
En un mundo visible
En una habitación que nadie conocía
Y que aún hoy nadie quisiera conocer
Ya nadie lo vera, ya él se ha marchado
Se ha ido
Se fue y jamás regresará
Porque los muertos jamás regresan
Jamás vuelven en vano
No tienen necesidad de ser vistos
Ni queridos
Mucho menos odiados, ni amados
No pueden. Y no lo harán.
Porque además de sus dientes
También crujió la cuerda
Y la silla cayó
También la silla murió
Para jamás levantarse
Para apolillarse dentro de ese cuarto
Observando el ir y venir de la cuerda
El rechinido de sus dientes y el lamento
De la vieja cuerda
Hasta que se detenga.
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