No es posible
reponerse de ausencias imperantes.
Pese a los esbozos de valentía,
el cansancio del tiempo
recae sobre los hombros de los héroes presuntuosos
de las presuntas heroínas
combatientes de melancolías eternas
ante el desván de lo incesante.
Los hace perplejos,
mansos, cobardes,
fantasmas de la piel de los amantes,
seres de antaño sin camino,
mortales en busca de Eros,
de los dioses del rechazo
en un avisto de infancia perdida.
No hay más,
es cierto.
Sólo humanos
en el desamparo del infortunio
tristes hambrientos amorosos
comiendo de la carne de su pérdida.
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