Sveta Đenić llora mientras cava la tumba de su hermano Victor, muy dentro del bosque, llora hasta que ya no tiene lágrimas que derramar. “Al cerrar mis ojos veo esas atrocidades. ¿Dónde encontrará lugar mi venganza? Tu bello rostro hermano parece decirme que jamás encontraré paz hasta que devuelva todo el mal a las cabezas que lo han causado” Después de depositar a su hermano y cubrir su cuerpo con la tierra que había excavado, pone una cruz hecha de dos ramas y besa la tierra. Los disparos en su comunidad aún se oyen cerca, tiene que emprender la huida.
Cuando Radisson volvió en sí, se acarició la oreja. La había perdido. Tambaleándose por la falta de equilibrio avanza caminando hasta donde fue la última vez que tuvo a Sveta Đenić en la mira. No encuentra el cuerpo del que había abatido por ninguna parte. Entonces se da cuenta que la cabeza a la que él había disparado era un casco al que le habían puesto un tronco y un abrigo como cabeza. El simplemente los patea. Un escuadrón de su ejército lo encuentra y se cuadra ante él. Al ver que está herido le ofrecen su ayuda. “Estoy bien, sólo manden un vehículo por ese camino, se escapó una mujer.”
Después de avanzar varios kilómetros, sola, a cada paso se le van las fuerzas de su cuerpo y se tira a llorar sobre el bosque. La voluntad del destino había hecho de ella la única sobreviviente, de toda su comunidad. “Como puede mi alma dejar de sentir dolor si al parpadear, al respirar a cada paso que doy me asedian las imágenes de esos hombres en uniforme destruyendo, asesinando, violando todo lo que conocía y amaba…” Se escucha un trueno en el cielo. Comienza a llover.
“El dolor es mi enemigo, pues invade mis ojos húmedos y me enceguece con lágrimas, no puedo dejarme morir así.” Entonces se levanta y repite una y otra vez “no puedo dejarme morir así”. Este mantra la ayuda a sobrevivir casi tres días avanzando sin ver señal alguna de civilización, alimentándose de raíces y algunas frutillas que encontraba por el camino. Su padre les había advertido, les llevaría tres lunas caminando, “no se dejen ver por nadie en el bosque”. Y así en medio de la noche Sveta Đenić divisó de lejos un pequeño grupo de caravanas al estilo gitano. Al llegar preguntó por Malekith Petrović, “como me lo había recordado Rodja justo antes de que…” El mencionar a Malekith Petrovich sin cesar hizo que de inmediato la guiara un par de personas a una carpa que estaba justo en medio de todas. Al entrar, conoce a Malekith Petrovic quien se encuentra sentado escribiendo una carta. Este al verla se quita su abrigo de oficial y la cubre con él mientras le ofrece asiento. Ordena una bandeja de comida . Él la observa, está temblando, ni siquiera lo mira. La sigue observando como tratando de descubrir quien es. Se quedan en silencio. Después de un instante ella le dice en un perfecto acento: “Señor Petrovich, mi padre me dijo que estudiara su libro Matematicki spektrix”.
Petrovich asiente. “Hace quince días que me despedí de tu padre. El Rey encabezaba la ofensiva y llamó a tu padre al frente de un batallón, pero el ejército de los Habsburgo fue superior en cuanto a estrategia y armamento. Las nuevas ametralladoras a gas fueron probadas contra las filas de nuestro ejército. El Emperador Francisco José ha llamado a una guerra total al más viejo estilo medieval contra nosotros.
“¿El emperador Francisco José?”
“Así es pequeña, ha convertido el asesinato de su sobrino en la razón patriótica para aniquilarnos. Ya no supe más de tu padre, seguramente ya experimentaste los nuevos cañones del emperador. Todas las líneas de comunicación de la resistencia fueron cortadas. Los pocos radios con los que se cuentan son interceptados por los radares.
Nuestro rey ahora huye hacia A. Pero yo he estado allá y créeme no es un buen lugar para estar. Todos los locales te miran de sesgado, la mayoría van armados, no es un buen lugar para nadie en uniforme en esa tierra. Yo creo que es una locura, nosotros acostumbrados a otro clima jamás sobreviviremos yo creo que muchos van a morir en el camino, siguiéndole.
Pero nosotros no vamos a ir a A. vamos a llegar hasta R donde todavía tengo buenos camaradas paneslavos.”
“Lo que usted me diga Malekith Petrovich, mi padre confía en su buen juicio”
“Como amigo de tu padre siento que te debo protección y te llevaré conmigo a tierras más seguras”
Entra alguien en uniforme, les avisa que sus francotiradores han abatido un vehículo enemigo cerca. “No tenemos mucho tiempo, tenemos que irnos”
“Era imperante para ellos matarlos a todos. Se justificaban así mismos. La sangre nunca les era suficiente. Por el camino se veían cadáveres colgados, tirados, amontonados. Los instintos de bestia salvaje el hombre los ha experimentado, tanto destello tarde o temprano nos vuelve locos y la tierra se tiñe de sangre, porque así es el hombre, y la tierra junto con los astros es tan sólo un doliente testigo.
Los campos de toda la tierra están bañados con sangre que se evapora. Por las ruinas de sueños que alguna vez existieron, se mezclan los gritos de los muertos con el cemento de las calles. Un verdadero estallido de sadismo colectivo tomó posesión de esos hombres, sadismo que aquellos que han estado presentes en una corrida de toros han tenido la oportunidad de mirar en una escala menor. Una vez que la bestia, el animal sediento de sangre y libertino es liberado, una vez que la guerra es total, los superiores no les permiten a los soldados los sentimientos. La crueldad es necesaria. Pero la verdadera devastación, en los campos y en la ciudades, emana de la cabeza de aquellos hombres que se encuentran lejos del frente de batalla, que señalan con sus relucientes bastones de mando y deciden sobre nuestras vidas a la distancia”
Son las líneas que se leen en el diario de Sveta Đenić mientras viaja en tren hacia R. Van vestidos de civil. El oro con el que viaja Petrovich les abre paso fácilmente. Consiguen documentos falsos y boletos de primera clase.
Pero el camino hasta la primera estación de tren segura estuvo plagado de escenas que desgarraban la inocencia de los ojos y los hacía más viejos. Uno de aquellos cadáveres pertenecía a un soldado que tenía entre sus manos un diario. Sveta lo tomó, pues de pronto sintió unos deseos enormes de escribir.
Cuando el tren llega hasta el condado de T ellos se bajan . Ahí se esconderían en un pequeño granero que él ya había arreglado hasta que la guerra pasara. Tenía alimento para sobrevivir a duras penas el invierno. Pero llegan las noches y Sveta no puede dormir, se revuelca en su cama atormentada en sus sueños por esos rostros que traspasaban las montañas y clamaban por todo los valles justicia al cielo. “No hallarás dicha ni descanso hasta no haber vengado esos rostros” Era lo que le decían aquellas voces mudas, de las que no se oyen pero que se sienten.
Diez días después, con documentos falsos, un uniforme y un corte de cabello Sveta se presenta como oficial del ejército del zar a Malekith Petrovic. Éste lanza una carcajada y le prohÍbe tajante que lleve a cabo su plan. Pero Sveta con toda calma le dice “Señor Petrovich, le agradezco mucho lo que ha hecho por mí, pero con todo respeto para vengar a mi familia no necesito permiso de nadie.” Está decidida, se le nota en la cara, pondrá su rifle al servicio de los aliados. Petrovich le pregunta ¿Y de donde has conseguido ese uniforme?” ¿A quién has estado viendo?”
“A nadie Petrovich, usted las tenía en un baúl empolvándose”
Tras mirar sus finas facciones congeladas en una expresión fría, Malekith Petrovich asiente. “Está bien, pero ponte este emblema, te abrirá el paso sin tantas preguntas, pero necesitas demostrar mucha seguridad o si no no funciona” “Conseguiremos los papeles necesarios para que te puedas enlistar en la milicia del zar al servicio de mi sobrino el Capitán Zlatan. Te caerá bien, es buen camarada, yo le escribiré para que te conceda ciertos privilegios que te den privacidad, pero es imperante que no se entere de que eres mujer o él mismo te daría un tiro y mandaría a alguien por mi. Son tiempos violentos hija. Suspira. Yo fui su padrino de primera comunión sabías? En fin veo que ciertos pensamientos oscuros perturban tu sueño y que guardas en tu corazón una sed de venganza. Eres joven, bella y llena de rabia. Por eso quiero que aprendas a ser astuta, que aprendas a controlar tu ira, y aprendas a jalar del gatillo justo en el momento indicado. Ni un segundo más, ni un segundo menos. Quédate un par de meses, te enseñaré a perfeccionar tu tiro y te daré estrategias y tácticas de combate. Además tienes que dejar que pase el invierno, no me sentiría bien sabiendo que estarás allá afuera bajo la nieve sin ningún resguardo del azote implacable que hace sobre los huesos el frío.”
“Pero Malekith”
“Sveta Denic, sé sensata por favor. Esa intemperancia es letal para un francotirador. Debes aprender a ser paciente, o te quedarás fría, recuérdalo. Ahora vete de aquí mañana empezaremos”
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