Una mariposa azul en un vaso cayócual feto en formol
agita sus alas, el líquido la sostiene, tatúa sus hélices
eternizándolas en círculos que en cada intento de vuelo
desaparecen.
Su origen fue mi corazón, las venas de sus alas se enraizaban en su tierra,
alimentándose del néctar de sus microcosmos prisión,
hasta que un destello la expulsó a la corriente.
Con su polvo de un frasco a otro pasó simulando libertad,
resiste su albeldrio a los caminos del aire,
hay misterios en la brisa que es mejor evitar.
Y ahora sólo le queda el vaso y ese cuerpo sin alas que la sujeta en cristales,
su color se diluye y no importa cuantos cantos emita al que lo sostiene,
al silencio del agua pues al bálsamo terminará por adaptarse.
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