La razón de ser del amor
es incentivar la lucha social,
entregar a los pueblos
al revolucionario que andan buscando.
Quienes se juntaron a inventar el amor
le pusieron dentro ese potencial,
transformar, concientizar,
a la gente exigir derechos y verdad.
En las plazas nunca estará la estatua
de los verdaderos héroes,
los fundadores de alguna revolución,
portadores de la bandera del martirio;
son quienes, privando de su amor,
dejan a un prójimo inválido, indefenso, desconocido,
y lo transforman en guerrillero de la luz
y en un abnegado luchador justiciero.
Con el partir del ser querido
y el inevitable sollozo,
sólo queda lanzarse a los movimientos itinerantes,
unirse al cauce de las manifestaciones,
proyectar el eco de las consignas,
luchar desde el campo de flores de los pueblos,
ponerle una hache al prójimo
para quitársela al nombre de quien se ama;
lanzarse a combatir, auténtico mártir,
esperando en secreto
que algún día una bala, condenada al olvido
o una represión mortal
pueda librar al corazón de la miseria
de estar sin el ser amado.
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