En la calle

La calle no es de todos, es de los de la calle.

Ella reconoce a los suyos y los cobija bajo sus vientos encontrados.

No se los intentes arrebatar, ella siempre ganará.

No existe pin que los identifique, pero lo que los detecta flota en el color de las sucias banquetas por donde pasan, y se les pega.

Sus códigos, sus secretos, sus refugios, sus “baños” se trasmiten solo en clave para los que demuestran ser auténticos callejeros.

¡Qué puede ser más fuerte que la sensación de cobijo! ¿La sensación de no dejarse atrapar por reglas, horarios, organizaciones, corrupción, piojos?

¡Qué puede ser más fuerte que la sensación de alimento seguro! ¿La sensación de camaradería exponencial cotidiana? Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos.

Si no eres de la calle y vas a vivir allá, no durarás ni una hora.

La calle es de ellos, pero nos dejan transitarla en horas hábiles, después la reclaman, y se las dejamos.

¡Ya quisieran las sociedades secretas más organizadas,  antiguas, o famosas tener la mitad de lealtad que tienen los callejeros! Por eso no puedo decir más.

 

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