Tercer acto
¡Oh, noble señora! La tierra te canta
el salmo de vida, y a ti se levanta
el germen despierto y núbil botón;
el lirio gallardo de cáliz erecto;
y fúlgido, leve, vibrando, el insecto
que rasca impaciente su blanda prisión!
M. Gutiérrez Nájera
Es potente la fuerza de un desamor por mujeres,
independiza de camino el rumbo del hombre,
lo lanza al filo del machete, auténtico mártir,
a esperar con secreta fe que algún día
la batalla pueda librar a su corazón del yugo
de estar sin el ser amado, sin una leona.
Después de mensajes ocultos de un amor vicario,
de suministrar parque de ternuras y besos en lucha,
ellas no delataran sus planes para ser sustento para el amor,
ni el deseo de insurgencia por libertar y rescatar el cariño.
Heroínas de grupos que dan vida a la esperanza, al amor,
en una relación impulsan al bien, al proveer apoyo;
su pasión forma al hombre, lo arrodillan ante rosas blancas,
como cabellera güera, su belleza es emblema de oro
de ser autoras intelectuales de sublimes movimientos,
de poseer un espíritu comprensivo y beligerante.
Corregidoras, salvan al amor con recados de advertencia,
lo cuidan dentro de uno, se vuelven madres de la patria,
con femenil estandarte de una santa madre,
engloban toda lucha en un libre grito de amor.
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