Confusos pasajeros deambulan por los senderos del olvido,
van y vienen con sus disfraces de luces e ilusiones,
con sus máscaras fantasmales, sin destino,
humos insolubles navegando en los mares del abandono.
En los confines del espíritu indagan recuerdos efímeros.
Reconocen sensaciones de una época de gloria,
cuando los amantes se descubrían con dulzura y voluptuosidad
hasta transformar sus soplos en deplorables angustias.
Se percibe un llanto inesperado,
el de los truenos arraigados en los escombros del desencanto
que ahora callan las ventanas del alma.
Andando por las antiguas ruinas entono una serenata
que despierta armonías dormidas,
aquellas que arrullaban con ilusiones sinceras
los amores irreales,
aquellas que derivaban hacia la nada,
inquietantes vestigios que hoy yacen
bajo la estela de la indiferencia.
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