¿A dónde voy? A que lugar
acarreando los años sembrados en mi cuerpo,
en que horizontes me perderé o encontraré su azadón
para enterrarme aún más en la tierra, horno alquímico
en el que nos fusionamos como metales.
El mar, la tierra, los cielos tienen miradas
para guardar los ecos del hombre y seguir reproduciendo lenguajes
indefinibles para los ángeles, en esos contenedores
que guardan los cuarzos y obsidianas vividos,
mi alma también se fatiga cargando los frutos que en el andar
se pudren.
Busca a través de los caminos sorbos de cristales de agua,
lluvia congelada para cruzarla como un puente y llegar al
paraíso, voy tal vez hacia el encuentro del fuego que espera a sus
hijos pródigos.
Los caminos también se muestran eternos,
el fin del mundo es inalcanzable, nos vislumbra sus manos de astros
abriendo otros senderos, todo en la naturaleza está comprometido
con anillos de oro y plata, todos son nuestros padres. Cada día hay
un nuevo nacimiento que arrastra consigo la muerte y cada muerte
es un útero para volver con el padre viento.
Entre tantas células erramos,
arrastramos las cenizas de nuestros ancestros,
murmullos que nos guían hacia los faros muertos del mar.
Caminos de ríos, mares, pantanos, arboles y cielos.
El agua nos incita a hundirnos en su cuerpo como una Venus,
el mar nos lame las heridas con sal, la ciénaga nos lleva a conocer
el origen de los árboles y los troncos nos conducen por los
corredores de sus ramas hasta el cielo donde las nubes son lechos
de sueños que traspasan el firmamento, todo es eco.
¿ Vamos hacia la luna o hacia el sol?
Piedras nos hablan en el camino, cada una tiene su lamento pétreo
que no puede trascender el aire, soy su mensajera
aunque sus voces nos aplasten los pasos,
Flores tiene el camino, ellas esparcen su veneno, yo los transmuto,
respiro, mi alma carga sus clamores como el vagabundo sus latas,
cascabeles en el cuello, somos un sinnúmero
siguiendo los pasos del que avanza adelante,
resonamos en el tiempo.
¿Cuanto puede mi alma cargar con este cuerpo? tesorero del mundo,
¿cuantos arsenales no quedan en el camino como restos de
recuerdos? le sirven de abono a la tierra
para las almas que nos suceden y
al igual que yo van con su cesta de frutas hacia la boca
en la que mueren todos los caminos, donde todos los gritos
toman un solo lenguaje,
canción muda que nos escolta en la senda del viento.
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