El pueblo de la noche
I
La habitación está oscura pero decides sumergirte en tu propia negrura, entonces cierras los ojos y piensas que si pudieras, también cerrarías los oídos y la piel. ¿Qué fue lo que escuchaste? ¿un aleteo o el sonido de una capa en movimiento? ¿Qué sentiste pasar por tu brazo? ¿fue tan solo el roce del viento?. Los sentidos son niños crueles que le gastan bromas a tu imaginación, te llevas la sábana a la cabeza para cubrirte el cuerpo entero. Intentas dormir, intentas.
Giras para quedar de costado, en el movimiento haces rechinar la cama y tiras algo del buró, hay un ruido de cristales rotos. ¿Estás seguro que fuiste tú?. Te quitas la sábana del rostro y tientas el suelo con la mano, recoges los restos de la lámpara aun sin abrir los ojos.
Tocas un bulto frío, parece un pie que al contacto se retrae. El instinto te hace volver a mirar.
La silueta salta sobre ti, sus rodillas inmovilizan tus piernas y sus manos te aprietan las muñecas con una fuerza sobrehumana. Va directo al cuello, primero te muerde cual perro rabioso; luego, como un amante, comienza a chuparte con suavidad.
II
En la literatura hay vampiros de todos los tipos. Los hay seductores, horripilantes, crueles, cursis, buenos y malos. Son seres de la noche que han estado presentes en las mitologías de todas las épocas. Hay quien asegura que existen, hay quien quiere ser uno.
Drácula, el vampiro de Bram Stoker, habitaba en un castillo entre las montañas de Transilvania; por su parte Julia Caples, de la vida real, habita en la ciudad de Wilkes Barre, en el estado de Pennsylvania. Según sus propias palabras, cuando se alimenta de otra persona y bebe su sangre, se siente más fuerte y saludable. Caza a sus víctimas por Internet, quienes acuden a ella con papel en mano, mostrando los resultados de sus pruebas de sangre. Ella los corta con un cuchillo que ha diseñado especialmente para este propósito.
Aunque los médicos le han advertido del riesgo de una infección, del mínimo valor nutritivo de la sangre y de lo poco que está preparado el estómago para digerirla, ella asegura sentirse rejuvenecida después de beberla, sugiere que probablemente su práctica tenga efectos positivos que aun no han sido descubiertos. Tal vez tenga algo de razón, aunque no de la manera que ella lo hace.
Investigadores de la Universidad de Harvard y Stanford, en conjunto con cardiólogos de Brighman y Boston, han extraído sangre de ratones para aislar una proteína etiquetada como GDF11. Esta proteína , dicen, es abundante en ratones jóvenes y va decayendo conforme su edad aumenta. Al inyectar con dicha proteína a los ratones más viejos, se ha visto que los ayuda a recuperarse de heridas musculares, los vuelve mejores corredores y responden mejor a pruebas de fuerza. En otra investigación se ha visto también que alienta el crecimiento de nuevos vasos sanguíneos y neuronas olfativas en el cerebro, con lo que su sentido del olfato gana mayor sensibilidad.
Dichos estudios se encuentran en una etapa temprana y aun no se han realizado estudios en humanos; sin embargo, según los investigadores, prometen avances terapéuticos importantes en el tratamiento del Alzheimer y enfermedades del corazón.
III
“El sueño del Fevre”, escrita por George R.R. Martin, es una novela en donde un grupo de vampiros toman un barco de vapor que navega por el Misisipi. Se llaman a sí mismos “El pueblo de la noche” y, según sus leyendas, su origen se remonta hasta Caín, quien al ser exiliado tomó por esposa a una mujer originaria de la tierra de la oscuridad. Los hijos de ellos fueron los primeros vampiros. “Caín mató a su hermano y se escondió, por eso nosotros matamos a nuestros primos lejanos y nos escondemos cuando sale el sol: porque el sol es el rostro de Dios.” Explica uno de los vampiros al capitán del barco.
La relación entre las creencias cristianas y el folclor vampírico ha sido estrecha, se incrementó durante las épocas en que las pestes azotaron Europa. Según textos religiosos y médicos de la época medieval, los seres de la noche difundían la enfermedad para chupar la vida que aún quedaba en algunos cadáveres. Esto se hacía evidente para los sepultureros, ya que al abrir las tumbas muchas veces encontraban la mortaja (usada para cubrir los rostros de los cadáveres) agujereada y ensangrentada en la zona de la boca. Nombraron a estos seres “Los comedores de mortajas”, y decían que al alimentarse de estas obtenían sustento para luego salir de las tumbas y atacar a los cadáveres que aún conservaban un soplo de vida.
Según la ciencia moderna, lo anterior puede ser explicado debido a la descomposición de los órganos internos; dicho proceso genera fluidos que encuentran escapatoria a través de la boca. Las bacterias acumuladas en la zona atacaban y consumían la mortaja hasta producir un agujero. En el año 2006, fue encontrado en Venecia el esqueleto de una mujer con un ladrillo insertado entre la mandíbula y el maxilar superior, los arqueólogos creen que se trata de una supuesta “vampiresa”, suponen que colocando tal piedra, se pretendía evitar que la mujer comiera su mortaja.
IV
En el espacio, a miles de años luz de distancia, existen vampiros gigantescos. Sus nombres son poco literarios pero su mordida es brutal. Son estrellas que chupan el hidrógeno de sus estrellas vecinas para rejuvenecer. En medio de un baile seductor, la más grande cede un poco de su vida, la más pequeña va creciendo para brillar cada vez a mayor intensidad. Si contemplas la noche desde la ventana, tal vez puedas percibir su sigilosa presencia.
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