Toma Uno.
El hombre que despertó estaba cansado de vivir como en un trance, en el devenir de la vida sin estar realmente presente. Se sentía como un títere, controlado por las expectativas de la sociedad y las constantes distracciones de la tecnología.
Un día, tomó la decisión de liberarse. Apagó su teléfono, desconectó su televisor y se retiró a un lugar tranquilo en el bosque. Allí, se sentó en silencio y se permitió despertar completamente al momento presente.
Se sentó y simplemente observó. Nada más que naturaleza. Después de un tiempo solo en el bosque, su mente se olvidó por un momento de anteponer una palabra a cualquier cosa que sus ojos vieran. Fue entonces cuando empezó a ver el mundo de una forma nueva. Al soltar su mente el bisturí del lenguaje, pudo acceder a una realidad donde todo es visto como uno, donde la interconexión de todos los seres vivos se siente en el palpitar de la tierra al unísono con el palpitar del corazón de uno.
Se dio cuenta de que había estado viviendo en un estado de hipnosis. Aprender su primera palabra, fue como dibujar una línea en la arena; es la marca de donde una cosa termina y otra comienza. Esa es la caída en desgracia del hombre, en el momento en que aprende su primera palabra, en ese momento hay una separación de todo.
Pero ahora, solo en el bosque, sin necesidad de palabras, estaba completamente abierto a la perdida experiencia oceánica de lo que es realmente vivir el presente. Con el velo levantado de sus ojos, el hombre que despertó regresó a la sociedad, pero lo hizo con un nuevo sentido de propósito. Ya no se dejó llevar por la influencia hipnótica del lenguaje o las expectativas de los demás. En cambio, siguió su propio camino y vivió su vida plena y auténticamente. Y mientras caminaba por el mundo, inspiró a otros a hacer lo mismo, difundiendo el mensaje del despertar y la liberación a todos los que quisieran escuchar.
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