Mi jardín es de fantasmas, corolas negras y carmesí que se dieron todas en amor
cuando su tiempo se marcó y existió en el delgado aliento del tiempo.
Templo y sepulcro de estrellas que cabalgan de nuevo a la vida a través de la oscuridad,
de suspiros de hojas, de los pasos cansados de pétalos.
Es un campo de corales, fuego acuático y subterraneo intentando sobrevivir en la hoguera de las horas.
Mi débil y carmesí jardín sepultado entre nieve de cometas, saciado de lágrimas,
es mi cultivo, árbol abierto del tiempo, de manos entregadas a la labor de amar.
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