Es la silueta de la incertidumbre lo que se proclama
cuando tu rostro asoma el camino de tus labios
y pueden verlo los ojos de mi corazón.
Es tu rostro como la caja de Pandora que hasta el fondo guarda
a la esperanza marchita por peregrinar de pecho en pecho hacia su fe;
es la esperanza desnuda contemplándose a sí misma cuando se asoma
a la oscuridad del espejo de tus labios, y puedo yo verme en ella,
en el soñar de los ojos abiertos, en la prisión de mis brazos,
en el temblor del placer de tu boca.
Cuando los recuerdos sufren de insonnio, vienen tus rostros y tus labios
de frutos partidos que se retuercen y desfiguran de goces
dejando entrever sus semillas, y es tu boca panal de abejas y sal de mi llanto,
el rostro de los senderos hacia el alma.
Son tus palabras como la canción que nostálgica regresa al vientre de la guitarra,
a mis oídos, con su trino cansado de buscar melodías.
Las esucho sonar grávidas de cielo, y hundidas por los ojos del fulgor de las estrellas.
Son tus palabras unos versos desnudos contemplándose a sí mismos
cuando en la cima del sentir reaparecen sus húmedas arrugas de rocío
para erigirse en una nueva profesía.
Rencontrarte a través de los corredores de los días y sus ventanas,
ahora con el corazón que me palpita de dolores rojos y con caminos abiertos,
es sentirte venir antiguo con el peso de los muros en la mirada,
donde tu voz de nuevo siglo me proclama la duda sobre el soñarte o despertar.
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