I
Abre mi pecho, escarva, haz hoyos por todos sus mundos,
saca sin pudor sus raíces, semillas y gusanos.
Las raíces quémalas que las semillas son para tu piel,
deja que caigan y crezcan en tus manos
y que de tus manos puedan nacer ramas y hojas capaces de abrir túneles en el cielo,
para que así hayan ventanas para sus pétalos, allá en el firmamento.
A los gusanos guárdalos en la luz de tus ojos, en el capullo de sus velas
que cuando la noche venga a dormir en tu mirada
morirán de rabia sus cuerpos antes de volverse flores del aire.
Tómalo todo, también la espuma del llanto para enterrar en la arena al dolor
y cuando los restos del mar descansen en sus castillos y visites la tumba de la pena
verás como emerge del horizonte la estrella que nutre a peces y a humanos.
Nada de eso desprecies porque es todo mi amor,
dado más allá de los ojos y las manos y el aliento de mi verbo.
Abre mi pecho y adueñate de todo incluso de la manzana que expulsó el árbol de mi vida.
II
He visto como comes de la manzana de mi pecho
que has partido en dos para extirpar sus semillas,
y una a una han caído en tus manos que van creciendo como bosques en los desiertos de la ciudad.
Al principio te supo agria la manzana recién cortada mas después extrajiste su azúcar
y has descubierto sus venas y al corazón que bombeaba su sangre
y poco a poco lo has besado en cada mordida, en cada trozo, en cada trago .
III
Escupe todas las semillas que tienes gritando andentro como estampidas de flores,
escupe sobre mi piel para que en ella mueran entre el filo de las caricias
y después renazcan como árboles adentro, árboles del insomnio, alcoholizados por el abrazo del viento,
árboles capaces de trepar hasta mi alma.
Quiero tener bosques en mi esencia y semillas de las que nazcan frutos y flores por la placenta de
nuestros labios y en nuestros besos sin sueños.
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