Expiación
1.
Se ha refugiado en mi cuerpo el llanto de la primera serpiente
que aún vaga por la tierra persiguiendo la huella de sus garras perdidas
y acumula en mi boca el polvo que por siglos ha tragado;
enreda su lengua con la mía, la ahorca, la envenena y han nacido mis palabras muertas.
2.
Un tigre clavó sus dientes en mi piel para teñir su cuerpo con el rojo de mi sangre
y una pantera me ha tapado con su negra vestimenta los pechos que antaño andaban desnudos;
el ojo de venado que colgaba de mi cuello no pudo protegerme.
3.
Las espuelas del primer caballo que fue domado se azotan en mis huesos
y sus correas me amordazan la boca y los ojos,
la muerte lo cabalga y lo lleva por toda mi alma a recorrer su oscura senda.
3.
El aullido de un lobo persiguió a la luna a través de la espesura de mi vientre
para perder en mi ser su blanca soledad, para ser perseguido por una jauría.
4.
Monos ríen a través de mis cabellos,
gatos se pasean por mis ojos buscando un rincón para apasionarse,
y pájaros perseguidos por el eco de un disparo encuentran mis manos.
5.
¡Ah, la selva toda, el monte, la sábana y el cielo y hasta el mar han venido a mi cuerpo
a ampararse del fin de los tiempos!
Una jauría le da vueltas a mis pies en los iracundos trozos de mis ojos.
La naturaleza ha fundado su reino en lo que queda de mis sombras, en el eclipse de mis sonidos.
6.
Qué soy, si no la sombra de las sombras de todas esas vidas
habitando este instante en el latido de mi corazón.
Pequeño segundo extraído del pedazo de un momento amputado al cuerpo del tiempo
en el que la creación se recrea por debajo de mi corteza cuando me tocas
y apareces como una lechuza a desentrañar lo oculto en sus nidos,
a liberar a las noches que se morían encadenadas a mi alma.
El estruendo del apocalipsis y sus fieras se fugan y habitan las playas de mi esencia,
el grito sin límites de la memoria del universo;
cuando me tocas, cuando tus manos se posan en el lago que mi pecho te ofrece
con la luz de sus peces dorados para que encuentres tus huellas, mi espíritu angélico.
Pan, pan, salen los gruñidos cual si fueran cohetes que iluminan el tedio de la noche,
me dejas a oscuras, vacía, amarrada a la plegaria para después quedar absuelta,
comulgo contigo, la sentencia de un beso se dibuja en cruz sobre los espacios en blanco
de nuestros labios. y huye la angustia y huye la existencia condenada a la sola sustancia de mi cuerpo.
Me traes el silencio y quedo indefensa en tus brazos mirando al mundo por primera vez.
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