I
Me miro y recuesto en el espejo de la mesa
donde las nubes bajan a beber del agua derramada cual cisnes desterrados del cielo.
Sus plumas caen al pozo del cristal, se parten y son migajas para alimentar mi soledad,
sus cantos casi mudos siembran en mis oídos la luz del día
y a través de ese mundo que refleja la silueta de la mañana entierro a mi dolor.
II
El sol se despoja de su traje,
caen sus joyas a los ojos del cristal y se pierden en esa tierra
que refleja sobre el polvo al amanecer,
mi dolor renace como un ángel herido que en el firmamento del vidrio se refugia.
Apoyo el bastón de mi cansancio sobre la mesa, ven mis ojos que no hay nada más bello y triste
que observar las nubes esparcidas sobre el cristal, aprisionadas en un camino que jamás se les abrirá
III
Mi sudor sangra gota a gota, cae en el lago donde se estrellan los sueños
de mis ojos prófugos del semblante de la realidad.
La luna se despoja de su mascarilla, cae al brillo en las manos del cristal, se pierde en el anochecer reflejado
y me regresa el dolor que apoyo sobre los codos de la mesa.
IV
Las nubes parecen ovejas descansando ante la mirada protectora del reflejo de la luz,
sombra de un pastor también aprisionado en ese camino al que mis penas vas a pastar.
Impactos: 7