Dejé de poner atención a la canción “Despacito,” aunque sus altos decibeles me dieron pelea. También dejé mi cerveza light, aunque no me la había terminado. “La sabiduría del escriba se adquiere en los ratos de sosiego.”
Miré las miles de voces que salían de las propelas de la lancha en que viajaba suplicando que escribiera sus historias; aunque el lanchero dijo que era solo espuma.
No es imaginación mía, es física pura. La tensión superficial que cubre las historias no publicadas de cada uno de nosotros, es rota por las propelas que dejan salir por un instante su presencia.
No es visión óptica. La lancha deja una franja de un azul más claro por donde pasa; me dedique a ver cómo iba desapareciendo la ilusión de su insistencia… No fueron escuchadas.
¡Qué pueden llevar los ríos al mar, sino miles de emociones humanas diluidas en miles de litros de agua!
Tiré al mar docenas de historias que nunca escribiré, y me baje rápido de la lancha… Si al menos pudiera convencer a alguno que escribiera su propia historia, bajaría un milímetro la espuma de alguna lancha.
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