−¡Nadie lo va a creer, Arturo!, ¡cómo, que cada persona con su teléfono, y hablando mientras caminan por la calle, y además te puedes ver no solo oír, aunque sean distancias intercontinentales?, imagínate, ¡lo que pesa el aparato, y nos tropezaríamos con tanto cable! Recuerda qué las novelas deben tener una lógica interna, aunque sean de ciencia ficción.
−Además, si te puedes ver en movimiento, podrías mostrar películas para que las vieran del otro lado del teléfono –responde Arturo con tono entusiasmado.
−¡Autos que no usan gasolina, solo agua de mar!, ¡instrumentos financiados por varios países para abrir portales para viajar en el tiempo, sin que nadie se asombre! Y demás fantasías para el 2020. ¡Qué te pasa, Arturo!, ¿de cuál fumaste para hacer esta novela? Estamos en 1930, si eso llegara a suceder, sería como en el 2500, por decir una fecha, además, ¡ni digas que van a desaparecer los libros y periódicos impresos!, por favor, eso quisieran muchos, ¡una sociedad de ignorantes! –dice el señor Robinson, editor en jefe de la Editorial ASP, frunciendo el ceño.
−Hay indicios que esto podría llegar a pasar, investigué mucho y lo demás lo deduje, y si la ubiqué a 90 años es porque no es una fecha lejana de los que ahora vivimos, ya sabe, para hacerla más interesante, que es mi especialidad, pero, si esto no pasara, no habría problema, es solo una novela. Su trama es sorprendente, es acerca de un inventor que hace una máquina del tiempo y va al 2020 y encuentra estos avances. Se involucra con una mujer de esa época, que es presidenta de su nación y el conflicto es…
−Sí, ya la leí –interrumpe el señor Robinson, pasándose la mano por el cabello y pegando con codo en el escritorio, y continúa−, me aturdiste con tanto invento inverosímil, con guerras sin armas, hablando de extraterrestres sin tabú, personas reunidas físicamente en un lugar, pero su mente en no sé dónde, que el conflicto amoroso, lo que en realidad vende, quedó en segundo plano.
−Pero, señor, yo le garantizo que…
−¡Nada, nada!, ¡mira lo que estamos viviendo ahora en el mundo!, tú lo sabes mejor que yo, eres periodista; ya es 1930, publiquemos para ellos, y deja esas novelitas de ciencia ficción incoherentes para otro momento, no las vamos a publicar, te repito, no las vamos a publicar. Mejor escribe una bonita historia amorosa, que es lo que vende; tú tienes mucho talento, un estilo impecable, y una imaginación asombrosa –le susurra al oído−, además, tienes muchas cuentas por pagar, ¿o no? –y le grita− La quiero sobre mi escritorio para dentro de un mes, no más. Y la otra tírala a la basura.
−“Cualquier cosa que esté a tu alcance el hacerla, hazla según tus fuerzas, porque no existirá obra, ni razones, ni ciencia, ni sabiduría en el seol a donde te encaminas.” –Va diciendo Arturo al salir de la oficina del editor.
−¡Qué dices, Arturo? Siempre con tus frases. ¡Estos escritores, creen que van a cambian el mundo con sus novelas! Ja, ja, ja.
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