Archaeopteryx atemporalix

−Deja ese jueguito de tu celular, Julián y ve a traer a tu abuelo para que venga a comer, ya nos vamos a ir a la presentación del baile de tu prima –me grito mi mamá como siempre lo hace, y fui a su cuarto, pero no lo encontré. Sólo vi muchas fotos en blanco y negro regadas en su cama. No era la única vez que ocurría esto.
Ya sabía cómo irlo a traer al pasado sin que nadie se enterara: Poniéndome mi traje de “ Super Archaeopteryx atemporalix,” pero, para los cuates, simplemente: “Super Arch volador al pasado,” que consta de pantalón corto morado, playera café, calcetas grises y tenis blancos con franjas grises, para hacer juego, y el escudo es el pajarraco planchado en la playera. El procedimiento es cerrar los ojos, inhalar profundo, concentrarte en ir al pasado y al exhalar ya estás ahí.
Pero esta vez, no solo encontré al abuelo, sino a mi propia hermana que estaba “de pinta” con su novio; pero ya terminaron, me dije. También vi a mi vecino recibiendo un premio por ser el mejor policía de su año, el cual ya está jubilado y se la pasa viendo la televisión todo el día, además, pude reconocer a mi maestra de Química que estaba delgada, sonriente y bien arreglada; si no fuera por su lunar en la frente no hubiera creído que era ella, ahora pesa como 90 kilos, dicen que tiene cáncer, y tiene el cabello despintado… nunca sonríe. ¡Esa es la señora Rodríguez, la que perdió a su hijo en un accidente hace muchos años y que su esposo se dio a la bebida, se quedaron sin dinero!, ¿qué hace aquí!, ya ahora tienen mucho dinero, su esposo se rehabilitó y tiene tres nietos que juegan muy bien el fut bol; pero, ¡siempre está contando su historia y llorando!, por eso me la sé.
Me puse la tarea de llevarme a cada uno, pero ninguno de ellos se quiso ir al presente conmigo, ni mi abuelo. Los jalaba, los empujaba, los trataba de convencer con argumentos como, ya conocerás otro muchacho, aprende a usar el whats, el face, acepta tu estado, lucha, y píntate el cabello, pero, nadie me hizo caso. Mientras tanto, me gritaba y gritaba mi mamá que fuera a comer, que ya estaban el abuelo y mi hermana en la mesa, pero yo sabía que no era cierto, y los tuve que dejar ahí, con el firme propósito de regresar por ellos. Una vez leí: “Recuerda mi sentencia, que será también la tuya: a mí ayer, a ti te toca hoy. Cuando un muerto reposa, deja en paz su memoria, consuélate de él, porque su espíritu ha partido.” ¡Qué, nadie más lo leyó?

−Entonces, ¿no vas a ir otra vez papá?, ¡es tu nieta!, nunca vas a nada, ¡de todo lo que te pierdes! Pero allá tú, ya nos vamos –le dijo mamá a su papá gritándole y volteando a ver el techo.
−Yo me quedo a cuidar al abuelo –interrumpió con toda tranquilidad mi hermana.
−¡Cómo quieres conocer muchachos si siempre estas metida en la casa!
Yo susurré que no estaban ahí, pero, mi mamá no me entendió. Y por las dudas, me llevé mi traje debajo de mi ropa, pues, ¡tengo que ir por ellos, como lo prometí!
Mientras estaban bailando mi prima y sus compañeras, me fui al pasado, y vi que más de la mitad de los que estaban en el teatro estaban en el pasado. ¡No voy a poder regresar a todos!, me dije, creo que mejor renuncio a esta habilidad y voy a buscar otra más… más… bueno, veré qué trajes desarrollan otras habilidades, y ésta vez que tengan capa.

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