Qué otra cosa podía pedir Marta si en su vida ya no había espacio para más, tenía un buen esposo, rico, trabajador y buen padre. Sus dos hijos, tanto Martita como Fulgencio eran niños encantadores y admirados por ser muy inteligentes para su corta edad. Sus padres aún estaban vivos además de que gozaban de buena salud y ambos la ayudaban cada vez que se metía en deudas por comprar compulsivamente todo lo nuevo y exótico que aparecía en las tiendas, pero a pesar de todo eso y por más que sus adineradas amigas le decían que debía de quejarse menos y agradecer más Marta no era feliz, en dónde estaba el problema si todo parecía ser perfecto. Marta nunca había amado a Joaquín, se había casado con él por su insistencia, por su dinero y porque sus padres no dejaban de presionarla porque ya casi llegaba a los 35 sin expectativas matrimoniales. Joaquín la había amado desde el principio cuando la conoció como cajera en el restaurante al que siempre iba todos los viernes. Como él siempre había sido un rico sencillo jamás condicionaba sus sentimientos por las diferencias de clases sociales, Marta le gustó desde que la vió, así que sin complejos de ningún tipo la invitó a salir varias veces hasta que ella aceptó, le demostró que era un cuarentón soltero y que por primera vez en la vida quería ser responsable en el amor, que ella cumplía con todo lo que él siempre había querido y que si le daba su consentimiento haría todo para conquistarla, al año siguiente ya se estaban casando en la catedral con bombos y platillos. Para la familia de Marta y sus amigos todos de clase media alta, fue un sueño hecho realidad, parecía un tema sacado de Hollywood, hombres como Joaquín, atractivos, adinerados y honrados además de humanitarios eran una especie en peligro de extinción. Todos estaban contentos por Marta excepto la misma Marta, aunque en sus primeros meses de noviazgo y de casada parecía feliz recorriendo tienda tras tienda y probándose los vestidos más bellos. Era una mujer atractiva, muy seductora aunque con un aire melancólico que a simple vista demostraba su carácter antipático y su profunda tristeza, qué le había visto Joaquin para amarla tanto es aún un misterio entre sus allegados. Marta llevaba ocho años de casada cuando la depresión comenzó a hacerse insostenible para ella, luchaba por vencerla pero ya nada la contentaba, ni siquiera sus hijos, los cuales en un principio habían sido su máxima liberación para aquel matrimonio hueco. Sus niños cada día crecían más y sus mundos se alejaban del de ella, sus intereses los absorbían y Marta ya no encontraba en que refugiarse, desde hacía años ya no trabajaba, su universo eran las tiendas, unas cuantas reuniones al mes con sus amigas, Joaquin y los niños. Joaquín la seguía adorando, algunos creen que la amaba más que nunca por el aquel tiempo, pues le había hecho su sueño realidad, el de tener una familia por la que trabajar, así que no le importaba cuanto gastara su mujer en la estética y en vanalidades que a ninguno lograba llenar, aunque para Joaquín y los niños no faltaba nada, los tres eran extremadamente felices.
Un día todo cambió, Joaquín decidió que su esposa ya trabajaba bastante en casa y que el personal con el que contaban no era suficiente, así que contrató a una pareja joven para que se dedicaran al cuidado de la casi mansión de la calle Rey, ella, Elena, era lavandera, desde hacía muchos años se dedicaba a trabajar en casas de señores ricos y tenía muy buena recomendación, él, su esposo,Francisco, era de todo, para lo que se ofreciera estaba disponible y tenía recomendación de ser muy buen jardinero, algo que no todos pueden hacer muy bien, cuando Joaquín vió sus arreglos florales quedó fascinado y no lo pensó dos veces, había suficiente espacio para los dos en la servidumbre y en la casa. Pero para Marta lo interesante de Francisco no fueron sus flores sino su atlético cuerpo, era un hombre joven de unos 36 años, muy bien formado, con unos brazos espectaculares, alto, tenía piernas hermosas y en fin, estaba bien dotado para donde quiera que volteara a ver Marta. Elena era todo lo contrario, una mujer muy simple según el criterio de Marta, delgada y pequeña, de lo cual lo único que resaltaba era su linda sonrisa y su luminosa mirada, tenía carisma pero eso no explicaba lo loco que tenía a su esposo, quizá lo joven, era apenas una muchachita de 26, con una amplia experiencia en cuidados de casa y muy responsable pues se había quedado huérfana a los 10 años con tres hermanos menores a los que alimentar. Marta desde el primer momento enloqueció por Francisco haciéndolo el objetivo de su cacería, pues para aquel entonces sentía que lo poco que le quedaba de juventud se le escapaba y que si quería destruir a su depresión debía lo antes posible buscar una salida.
Las primeras noches de la estancia de Elena y Francisco en la casa Marta se resistió pero después de un mes, cada noche comenzó a bajar hasta el sótano donde estaba la recámara de la pareja para observar por una ranura de la puerta como hacían el amor. Eso la enloqueció, Francisco era un hombre sumamente atractivo teniendo sexo, lo disfrutaba y estaba dispuesto a gozar cualquier posición además de que la ayuda del prominente tamaño de su miembro lo hacía aún más deseable. Marta comenzó a tener fantasías sexuales con él, eran fantasías que la acechaban en cualquier lugar y momento y sobre todo cuando estaba en el baño, allí nadie podía interrumpirla y siempre imaginaba que Francisco se equivocaba entrando por confusión al de los patrones pero que al ver a la hermosa Marta se quedaba para aprovechar un momento a solas con ella. Eran cosas que sólo pasaban por su mente, pues en realidad Francisco amaba a su esposa más que a nada en el mundo, estar con ella era lo que más disfrutaba y en ningún momento se le hubiera ocurrido semejante cosa de traicionarla. Pero Marta se puso como meta destruir aquel matrimonio que según ella no merecía existir. Comenzó a hacerse muy provocativa y a vestirse con la ropa más sensual que tenía, ropa que ni en sueños podría disfrutar la pobre Elena, era ropa cara, hecha para provocar y la ayudaba que por aquellas épocas Joaquín salía de viaje continuamente por la empresa y los niños pasaban mucho tiempo en la casa de los abuelos porque allí habían hecho amigos con los vecinitos de la zona. Marta tenía tiempo para idear maldades y pedirle trabajo extra a Francisco que la involucrara a ella, siempre le inventaba que algo se había roto en el baño o en el cuarto o que necesitaba que cargara una cosas ya que sabía que Francisco cuando se trataba de cargar bultos se quitaba la camisa dejando mostrar libremente sus pectorales. Francisco al principio no la determinaba por más provocativa que ella apareciera, se le hacía una mujer muy vieja para él además de que su carácter le desagradaba profundamente, pero tanto insistió Marta que por fin la presa comenzó a fijarse en su sensualidad. Marta era a pesar de sus años mucho más bella que Elena, además de que se conservaba muy bien por su vida de poco esfuerzo. Aún así no hubiera sucedido nada entre ella y Francisco si Marta no hubiera acelerado sus planes, una tarde en la que Elena decidió salir de viaje a ver a una tía enferma, Marta aprovechó su oportunidad, espero a que la joven saliera para ir al cuarto de Francisco con el aparente problema de que en la cocina estaba averiada una llave. El joven estaba recostado en la cama sin camisa, era la hora del almuerzo y por lo general como el no tenía mucho que hacer aprovechaba para descansar. Cuando vio a la patrona comenzó a alistarse pero Marta poseída por el deseo le insinuó que no lo hiciera mientras ella misma comenzó a desvestirse. La mujer tenía un bello cuerpo que aparentaba unos 10 años menos a los que realmente tenía. Francisco tembló de miedo, en sí no tenía intenciones de caer en aquella trampa pero su instinto de hombre fue más fuerte y en un arranque le quitó la blusa a Marta y la pasión se desató entre los dos, fue una escena intensa, en pocos minutos probaron varias posiciones, Marta estaba felíz, ahora lo que era sólo goce para Elena también pertenecía a ella y estaban ya casi terminando el éxtasis del momento, Marta estaba recostada a la pared y Francisco de espaldas a la puerta del cuarto, todo parecía perfecto, el cuadro más excitante no podía verse, cuando entró Elena a la habitación pues había olvidado su pasaje. La pobre mujer se quedó congelada en el umbral, fueron tantas las cosas que le pasaron por la mente pero la principal idea era que eso ya venía ocurriendo ante sus ojos desde hacía mucho tiempo, no dijo nada, simplemente se fue azotando la puerta para que los dos se percataran de su presencia. Por más que Francisco la persiguió y le suplicó que volviera Elena se fue para siempre de aquella casa y de la vida del hombre al que consideraba su alma gemela. Obviamente Francisco consideraba a Marta como la destructora de su felicidad, prometió no decirle nada al patrón si lo dejaba marcharse lo antes posible de aquella miserable vida de hipocresías, Marta intentó suplicarle que no lo hiciera, que podría incluso pagar más si se quedaba para continuar el juego, al fin y al cabo nadie tenía porqué enterarse de aquella aventura. Francisco no aceptó, prefería la pobreza a colaborar con quien sutilmente le había quitado lo más amado. Se fue y Marta no pudo hacer nada pues tampoco estaba dispuesta a dejar su palacio para seguir a aquel simple jardinero, ya había logrado su objetivo, tenerlo y separarlo de Elena, pensaba que quizá su esposo contrataría a otro, lo que no ocurrió
El tiempo pasó, nunca Joaquín sospechó de lo ocurrido y todo parecía volver a la normalidad, los niños a la escuela, él a la oficina a seguir alimentando su vida felíz y Marta a su continua insatisfacción, hasta que un día llamaron a la casa unos hombres extraños diciendo que tenían a Martita y a Fulgencio secuestrados, estaban pidiendo 5 millones por ellos y declaraban que todo era voluntad de E, pues sabían muy bien que Marta entendería de quién se trataba. No fue una broma como le sucede a muchas familias ricas a las que le dan el susto, realmente los niños habían desaparecido, supuestamente una persona conocida había pasado por ellos a la escuela. Joaquín enloqueció y no lo pensó dos veces para dar el dinero, siguió las indicaciones de los secuestradores para recuperar a sus hijos, lo que nunca ocurrió, el dinero fue tomado y los niños jamás aparecieron, quizá les cambiaron la identidad, los asesinaron o los desaparecieron. A pesar de todos los esfuerzos de Joaquín por recuperarlos todo fue en vano, era como si la tierra se los hubiera tragado o nunca hubieran existido. El buen hombre cayó en una depresión tan profunda que perdió gran parte de su fortuna intentando recuperar a sus hijos, logró levantarse tras varios años de alcoholismo casándose con una mujer 20 años más joven que en los momentos más difíciles estuvo con él para apoyarlo, era una de sus asistentes en la empresa, la cual curiosamente siempre había pasado inadvertida para él, con ella tuvo tres hijos más con los que pudo recuperar parte de su antigua alegría. Todo ocurrió así ya que Marta enloqueció tras la pérdida de los niños, ella se consideraba la culpable de la desaparición de sus hijos. Tuvieron que ingresarla en una clínica psiquiátrica en la que en vez de mejorar empeoró con los años hasta perder toda posibilidad de salir, no era la mitad de lo que había sido, pero después de todo tuvo suerte pues Joaquín en memoria de sus hijos le continuó pagando la clínica y de vez en cuando la iba a ver y hablaba con los médicos acerca una posible recuperación, siempre le fue leal, mostrando ser un buen hombre. Elena y Francisco volvieron a estar juntos después de tres años de separación. Elena nunca secuestró a los hijos de Marta, fue Eugenio, un antiguo novio de Marta en la juventud antes que esta se casara con Joaquín, estaban muy enamorados pero para Marta una vida de placeres materiales pudo más que el amor que venía alimentando con Eugenio desde hacía 7 años, era un buen hombre pero no tenía ni donde caerse muerto y a los padres de Marta nunca les había gustado porque según ellos de qué iban a vivir si él era un simple fotógrafo. En cuanto Marta comenzó a salir con Joaquín lo olvidó, pero para Eugenio todo fue cuestión de tiempo, sabía que algún día Marta lo volvería a recordar, aunque no fue así, Marta murió creyendo que Elena había sido la causante de su bancarrota.
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