Había pasado largo tiempo;
16 años, 10 horas y 55 minutos
los segundos pasaban, se reían,
su vida se esfumó entre cochambre,
sartenes viejos,
sueños volando en el piloto de la estufa
que todos los lunes tenía que embalsamar,
quemar su muerte y revivir.
18 de octubre, los corceles blancos del carrusel
se parecían tanto a los de sus sueños,
soñaba que cruzaba la vía láctea,
que había destruido el sol
y vivía en un punto entre la realidad y el olvido.
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