Ruleta rusa (I) & (II)

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(I)

Irse así como uno se va, a la incertidumbre, no es exactamente irse.

Es marcharse, quizá, pero dejarse también.

Es ver que estás allá lejos pero indudablemente estas aquí. Solo crees estar allá porque te has bronceado o porque tienes los calcetines llenos de arena.

Y apestas a mar. Apestas pero no lo hueles, es solo sugerir que apestas a mar porque no quieres aceptar que no te fuiste. Que te quedaste.

Ves que esa piña colada (que ya se ha derretido de tanto que la ves y no la ves) era sencillamente otra copa de ese escocés que tienes escondido en la cabala. Apestas a cigarro y no a mar; como uno creería.

Entonces ves una sirena. No es realmente una sirena, sino una mujer de bellos cantos que te araña el corazón, pero tu quieres creer que es una sirena, porque entonces sí podrías aceptar el hecho de que apestas a mar y que tienes los calcetines llenos de arena.

Como debiera ser.

Sin embargo, lo único que tienes es el bolsillo ocupado por el falo de un arma; ni siquiera completamente cargada, ni siquiera totalmente descargada.

Ves que se hace tarde y la sirena sigue ahí, cantando y ríendo porque sabe que no es una sirena. Se mofa de pensar que tu crees estar bronceado y que ella es una sirena.

Ya no sabes que pensar, de todas formas. El escocés se ha puesto demasiado inglés y el mar funge como espejo nebuloso. Una niebla como las que se forjan en Buckingham, con la misma incertidumbre y un reloj dando las tres de la mañana.

Hace frío, pero no es porque estés en el mar al momento en que anochece; o porque has caminado por horas con los pies descalsos sobre la arena ya fría; es porque sabes que no estas en el mar y la puerta de tu casa lleva algunos siglos abierta.

Levantas un cigarro que tenías maltratado en el bolsillo y te lo colocas a la par de la cien derecha como pensando en como carajos se enciende. Porque lo has olvidado.

Sin embargo, al fin y al cabo, sabes que no se enciende porque no es un cigarro. Es sólo el arma omnipresente y es solo jugar a la ruleta rusa.

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(II)

Y si pudieramos pensar que te has ido, entonces es recrearse la idea de que estuviste ahí, aunque no fuera cierto.

Recuerdas haber caminado por la arena en tenis y calcetas, esquivando algunas de las olas que subian demasiado rapido cuando todos esperaban los contrario.

Pero es una mentira. Es el cigarro que te quema las cienes porque te decides a realmente jugar a la Ruleta rusa. Crees que entonces puedes fumarte ese cigarro y realmente creer que fuiste al mar a esperar las olas que subian demasiado.

Porque entonces podrías ver al infinito como viendo al infinito. Podrías mirar a la ventana como si fuera realmente un horizonte, con algunos islotes a distancia que hacen ruido a la linea horizontal tan perfectamente delineada.

Te recuestas en la arena porque sabes que no es mas que la butaca enfrente de la barra, la que te obliga a pedirte a ti mismo, bucanero un tanto cantinero, que te sirve otro escocés en las rocas. Doble, para que puedas seguir pensando que fuiste al mar.

La sirena no está ya más. Hay una roca donde ella reposaba, pero ella ya no está más. La piensas constantemente y te la imaginas en tus propios sueños, haciendo ya del mar un tanto bestia mitologica que desenrolla más y más leyendas de una sirena que ya no está, pero que quisieras que estuviera.

Se parece, pero no sabes si sea.

No sabes si sea porque el mar abierto se cierra y es una bahía. No sabes de donde vino ni a donde va, pero la bahía se va cerrando, creando así una ensenada.

Tu detestas las ensenadas.

Tu detestas las bahías.

Tu prefieres seguir ahogandote en alcohol (que no es piña colada, sino whisky, uno viejo que guardabas para cuando quisieras ir al mar y no pudieras hacerlo), tu prefieres apestar a cigarro y no a salina; a calor un tanto asfixiante que te hace sudar hasta que no sabes que tanto de agua eres y que tanto de carne y tal.

Piensas en la sirena. Y la sirena no es sirena, lo sabemos, es una bella mujer que te araña el corazón.

Pero tampoco es una bella mujer que te araña el corazón. Es la mujer que sueñas entre que fuiste al mar y no.

Es la que no te deja dormir, la que te hace beber, la que te asfixia el corazón pero que quieres besarle la mejilla atraves de un vidrio que sirve para que no se asfixie sin el mar.

Estas y no estas, fuiste y no fuiste y la sirena no es una sirena, es una mujer que no es especial pero que es la mas especial de todas.

Entonces jugar a la ruleta rusa o fumarse un cigarrillo por las cienes parece obsoleto.

Porque sabes que morir es solo pensar que estas muerto y no estarlo. Vivir es solo pensar que estas vivo y quizás estarlo; y además, tener los calcetines llenos de arena es solo creer que esta cancion no puede tener otra cosa que su nombre tatuado en la locura.

Una molto bella locura.

Bang.

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