Rocas

Tu mirada de agua
me habló de los secretos del mundo de la noche
y yo no hice otra cosa
mas que escuchar
el rugir de tus ojos
con su voz muda del alba.
Escuché su latir como un
pajarillo verde que canta
a la serenidad caótica del
tiempo en su ocaso marchito.
Escuché cual gacela enredada,
cual antílope de margaritas.
Yo no recogí frutos
y te di frutos
no construí ofrendas
y te di ofrendas
a riesgo de saberte humano
en tu ternura de finito.
Loca, sí, -me dije- pero
plácidamente viva.
Y hoy la vida en sus entrañas
me habla como el ocaso
habla con la noche
diciéndome quedo
con sus manecillas,
“Es ese este y no otro hombre,
es él, surtidor noble
del agua pura y tibia”.
Pero tus manos escultoras
de diamante
jugaron con la luz
de las almas,
tu voz que guardé en una caja
se alojó entre mi corazón
y las costillas
y me posé entre tus dedos
como paloma santa
de ti presurosa.
Supe sencillamente,
cual profetiza,
que si al morar en tu buscar,
me pierdo,
habré encontrado el secreto dulce
de los espíritus que aman como el agua tierna
que aman con dulzura fina
que aman como el sol ama a las rocas.

Impactos: 1