¡Qué horrible es tener hambre!

Células infantiles inmersas en un cuerpo globalizado achatado por los polos.
Haciendo mitosis en un ambiente agresivo húmedo.
Aprendiendo sus primeras palabras: tengo hambre, tengo hambre.

Apretujando su horizonte en ejemplos familiares desafortunados.
Divirtiéndose en jugar todos los días a: tener más carencias.
Suplicando por otros yunques y martillos, porque con estos nunca han escuchado: te amo, te cuido, te pido perdón.

Empezando avanzar en arenas movedizas, secas de oportunidades. E inspeccionando a cada rato la evasión que no huela tanto a quemado.
Conjugando con destreza en primera persona el pretérito perfecto compuesto pasivo del indicativo de: manipulado, usado, desechado.
Y, reprobando con asombro Química, por no poder obtener aquella sustancia de la que nunca recibió sus componentes. Y al crecer cada vez más iniquidad, la caridad de la mayoría se enfriará.

Bajando torpemente del banquillo de los acusados publicitados, para asomarse a ver a otros seres como ellos… que no son como ellos.

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