Mi Cardenal

Segura estoy que eres oriundo del alma oculta del invierno,

esencia del fuego helado que abriga a los árboles,

pues ha de tener la nieve bajo su pecho endurecido por los años

un corazón de rosa , de pétalos en llamas.

 

Y ahora llegas a la jaula de mis brazos

cual relámpago de plumas,

como un pájaro de venas

a darme gostas de viento,

a desactivar el laberinto de mi preso corazón

como una flecha que es llave y al enterrarse en el aire abre a la roca.

 

Irrumpes, gota de sangre de la herida de los cielos,

estallan mis muros, se van  al paraíso las almas de los rubíes,

viejos amores disecados

y las estrellas alimentan las manos de los pobres.

 

Se abren los surcos de mi pecho  al rastro de tu plumaje,

bálsamo  para sus yermos horizontes

alas han de nacer para el suspiro de mi latir

Ya el rojo amanecer gotea  de tu canto en espera  de mi retorno.

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