La amorosa patria (Segundo acto e Intermedio)

Segundo Acto

 

Quizá mi única noción de patria
sea esta urgencia de decir Nosotros
quizá mi única noción de patria
sea este regreso al propio desconcierto.

Mario Benedetti

A partir de la hierba muerta, obviando rechazos populares,

una nueva tierra dio luz a un lugar para los amorosos,

se conquistó el concepto de un territorio inmaculado,

donde la lengua fémina es anhelada, símbolo de maternidad.

Qué importaron pasados traicioneros, hijos perdidos y llorados,

si una sola marina pudo encender fuego en las barbas,

dar dualidad en raíces de metal y en haciendas de la tierra.

Las compañeras cándidas son madre del pueblo dentro de uno,

lo fundaron, le dieron hijos y se les perdió la pista;

su avidez por el amor asentó su historia por siempre.

 

 

Las pieles morenas no solo envuelven en calidez,

tienen innegable unión de ternura y fiereza en su pasión,

aparecen en montecillos de creación, como madre y muerte,

su falda de serpientes se esconde por blancas flores de cuatro pétalos;

aunque diseñadas para ser amadas y regar doctrinas de candor

su cruz de identidad siembra un estado de desconcierto,

vírgenes que pueden aplastar las águilas más bravas,

con su manto estelar de engaños perfumados a rosas.

Al final todos van a ellas, hasta sus peldaños de amor,

es preciso el amor de una diosa remota o de la madre actual.

 

 

Intermedio

 

Madre de los hombres que los harás independientes,

también engloba tu incansable amor para ellas,

a las que les cuelga la sabiduría como bellos caireles;

tus propósitos benéficos tiéndelos como un camino,

como un primer sueño para las tertulias ansiadas

de un amor escrito con bondad por las letras de manos finas,

contenido en un vaso de pureza, de erotismo secreto, osado.

Un compromiso pasional entre damas es más laberinto,

se maneja con fuerza por lo majestuoso y lo devoto,

como si se juntara diez musas sobre una misma cruz.

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