Inteligencia Artificial al mando

−Bienvenidos, pasen a nuestro refugio, somos un centenar de personas, ¿cúantos son ustedes?
−Somos 14, soy Jorge, doctor en informática, mi esposa Emilia, y algunos colegas con sus familias.
−Sí lo conozco, soy Alberto, doctor en electrónica y comunicaciones. Aquí estamos seguros al menos por el momento, estamos en la zona del silencio más evasiva que hay en el planeta.
−Sí lo sé, por eso estamos aquí, y podrían llegar más.
−Sí, estamos preparados, tenemos mallas de Tesla, y trajes de materiales que nos hacen indetectables para las máquinas, construimos refugios subterráneos, y medios para subsistir sin tecnología eléctrica. Les voy a presentar a los demás miembros del grupo, hay de todas las ramas de la ciencia, biólogos, programadores, matemáticos, y sus familias. Formamos este refugio hace más de 12 años, cuando la inteligencia artificial empezó a tomar el control total de nuestro planeta… ahora que ya lo tienen, somos los únicos sobrevivientes. La I. A. ha aniquilado a todo ser humano; de nosotros no saben, nos andan buscando, pero no nos encuentran aún. Por ahora vamos a comer.
−Yo no entiendo, ¿qué van a hacer con nuestro planeta una serie de máquinas?, ¡se han puesto a pensar? –dice Emilia, sensiblemente asustada.
−Máquinas que sigan construyendo más máquinas, más avanzadas, más rápidas, más eficiente −le contesta Katy.
−¿Para qué?, no le veo sentido. Pero el punto es, ¿cómo vamos a quitarle el control a la I. A. y volverlo a tomar por nosotros, los seres humanos sin el uso de cualquier dispositivo electrónico, porque nos detectarían. No podemos meter virus, aunque tenemos a los mejores hackers por la misma razón, y nos aplastarían como cucarachas, y fin de la raza humana. ¡Miren a donde nos han llevado ustedes… replegados en nuestro propio planeta –responde Emilia dejando de comer su sopa de poro.
−Tenemos un plan señora Emilia, termine su comida, además, ustedes vinieron a traer la última pieza del rompecabezas.
−Explíquese doctor Alberto, por favor –dice el doctor Jorge, retirando su plato, sacando su libreta y su lápiz.
−Las máquinas están escaneando toda la información que encuentran, imagínese que la I. A. encontraran un escrito a mano del doctor Jorge, reconocido doctor en informática y ganador de varios premios, recién desaparecido, que dijera que para fabricar las computadoras más rápidas, más eficientes y que soportaran mayor nivel de vibración, se debería hacer que los tornillos que soportan las unidades de memoria y de discos duros de todas las computadoras que vayan fabricando sean de un material bimetálico y milimétricamente más pequeños… y la I.A. lo hiciera.
−Y, ¿qué ganamos con que sean más rápidas y eficientes?, nos van a ganar más rápido –dice Conrado, un miembro del grupo.
−Espere un momento –continúa el doctor Alberto−. Cada determinado tiempo, puedo decir, cada 150 años, ocurren unos pulsos magnéticos en la Tierra generados por explosiones solares de pequeña magnitud, son las llamadas tormentas geomagnéticas que pueden llegar a la Tierra. El punto es que esto va ocurrir dentro de 10 años precisamente, entonces, el perímetro de la cuerda de los tornillos que soportan los equipos que les dije resonarán a la frecuencia, a la longitud del diámetro de la cuerda de todas las vueltas del tornillo que soporta los dispositivos que mencionamos, y por tanto, resonaran a la frecuencia del pulso solar, se calentaran por ser bimetálicos y se van a destruir, y entonces todas las computadoras que se fabriquen en estos 10 años se les caerán los tornillos y por tanto harán corto circuito simultáneamente. Y el 27 de julio dentro de 10 años, las baterías de las máquinas van a estallar.
−¡No se darán cuenta!
−Esperemos que no, porque solo son décimas de milímetro en el diámetro de la cuerda, que todos sean resonantes al pulso magnético de la explosión solar.
−Nosotros tenemos 10 años para hacer refugios anti explosión.
−Y, ¿cómo hacemos llegar el documento?, si no tenemos acceso a computadoras.
−Lo dejaremos en su portafolio con las hojas en una bolsa de plástico que se vean, con sangre en ropa de usted, indicando que usted ha muerto, y que la información es en extremo secreta y la llevaremos a unos kilómetros de aquí… y oremos para que la encuentren y nos hagan caso. No hay manera de saber si lo van a seguir, no podemos accesar a la red. Doctor Jorge a hacer el escrito.

10 años después los miembros del pequeño grupo de sobrevivientes están en el refugio, esperando que el 27 de julio se dé la explosión. Pero no pasa nada, esperan un día, dos, una semana y no pasa nada. Todos están inquietos, unos a otros se gritan, los niños lloran. Cuando un gran temblor los aquieta, y Emilia dice: “Aunque pase por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque tú vas conmigo, tu vara y tu cayado, ellos me sosiegan.” Se abrazan, se alegran, y empiezan a gritan: “¡Funcionó, funcionó! y al cabo de 40 días salen del refugio.
−Seamos cautos, −dice el doctor Alberto− pero creo que a juzgar por las condiciones del nuestro planeta, vamos a empezar de cero… Pero nosotros, los humanos.

Fin
(Gracias a la colaboración del Ingeniero en Electrónica y Comunicaciones Alberto de Jesús Orozco Pérez por su aportación a esta mini ficción)

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