Hola, soy Brenda

−Hola, soy Brenda, y soy ciberadicta.

−Hola Brenda –contestan al unísono una media centena de jóvenes y niños.

−Mi historia es muy triste, les quiero compartir que debido a esta adicción, ni me enteré de cuando me embaracé, no podría dejar de ver mis páginas, contestar a mis grupos; dejé de estudiar, pero no podía permanecer en ningún trabajo por mi misma adicción.  Ahora mi niña tiene 3 años, y como no la atendía, me la quito el gobierno. Pero la quiero recuperar, he recaído muchas veces, pero, esta vez estoy decidida a lograrlo –ve su reloj−,  ya llevo 34… minutos de no ver mis páginas  −Se va su lugar.

−Hola, soy Alan, y soy gamer, friki, o todo eso.

−Hola Alan –se oye el coro de asistentes.

−Tengo 10 años, me enfermé re feo porque no podía dejar de jugar, no iba al baño, ni comía, ni dormía. Casi me muero. Mi papá me internó, y yo me intente quitar la vida  si no me daban mi cel. No aguanté ese lugar y me sacaron. Pero un amigo me invitó a venir aquí. Aunque he recaido varias veces, espero, solo por hoy no caer; y les puedo decir que ya llevo, un día de no jugar –se va su asiento.

−Hola, soy Paco y soy hacker adicto.

−Hola Paco.

−Desde que me acuerdo, he tenido una computadora en mis manos, como desde el 2009, cuando tenía 4 años aproximadamente. No me recuerdo en algún momento de mi vida sin ella. El placer que siento al poder hackerar cualquier cosa, es algo indescriptible, entre más fuerte el reto, más placer tengo cuando lo logro, y esto ya se me convirtió en una adicción. Pero a mis 20 años me doy cuenta que, lo que no he podido hacer, es llevar mi dedo al botón de apagado y apagar mi movil; siempre que lo voy a hacer, pienso: solo veo “esto” y ya lo apago. Y así me sigo. Nunca apliqué en mí: Si te concientes en todos los deseos, te harás la irrisión de tus enemigos. Ahora me ven así, pero, lo peor no es que sea obeso, casi ciego, atrofiado, enfermo, sin vida social, sino, la falta de dominio sobre mí mismo lo que me asustó. Por eso estoy aquí, y les digo que llevo 6 días sin prender alguno de mis móviles. He recaido muchas veces, pero muchas; y ahora he aprenido que no puedo confiar solo en mis fuerzas para lograrlo, sino pedir esa ayuda infalible que no se puede hackear, solo esperar confiado a que te la den.  Anhelo venir mañana y decirles que llevo una semana.

 

 

Mientras, en un salón con varias pantallas de plasma alrededor, se ven sentados en mesas cubiertas de manteles de organza almidonada, con centros de mesa de flores exóticas, una media centena de hombres y mujeres irritables y tensos. En cuanto aparece Paco en la pantalla, el 60 por ciento de ellas lo trasmiten.

−Apuesto por Brenda, apuesto en contra de Paco, y de Alan, no se –lo dice una mujer sin dejar de acariciar a su animalito, especie en peligro de extinción, y luego le habla al mesero –Ahora quiero el postre de Marruecos, ayer me trajiste el de Ucrania, y tu lento chef internacional tardó como media hora en preparlo; no tengo su tiempo, lo quiero rápido.

−Yo doblo la apuesta por Paco, no hay duda que sí llega a la semana –lo dice un señor de unos cuarenta y tantos años y con un anillo que muestra el símbolo de medicina−,  pero no hace las dos, para este  fin de semana se anuncia el lanzamiento del nuevo programa infranqueable, y no va a poder resistir ese placer, ya verán. Déjenme sacar mi Master Card para apostar rápido, la fila en las cajas está grande –llama al mesero, y le pide el password gold.

−Yo no estaría tan seguro; por lo que dijo Paco, lo va a lograr; acuérdense que todo el que pide recibe, y el que busca halla y al que llama se le abrirá –lo dice un señor con voz pausada, de cabello cano y con una sonrisa de saber lo que está diciendo. Saca de su portafolio unos fajos de billetes que lleva a depositar a la caja de apuestas.

−Licenciado –le gritan−, solo déjenme terminar mi apuesta y guardar mi tarjeta y  podemos apostar entre nosotros. Mil dólares a que no llega a las dos semanas.

−Dos mil dólares a que sí. ¿Acepta, doctor?

−¡Ya van a empezar otras vez a subir sus apuestas entre ustedes!, ¡sí que son ludópatas!, yo no. Mesero, qué pasó con mi postre de Indonesia!, ¡ah no!, ese dije que lo voy a pedir mañana. Ojalá que mañana se pongan más interesantes los casos de los adictillos esos, ya me cansaron, puros casos de adictos tecnológicos recaídos. Así, ¡ni chiste tienen las apuestas!

 

 

En el pequeño salón de Adictos Anónimos.

−Hola, soy Vanesa, y soy adicta a los hombres que son adictos.

−Hola Vanesa.

−Ayer no vine, ya llevo un día… eso era lo único que les quería decir, nos vemos mañana, ¡oops!, ¡no, verdad? –Se va a la puerta, pero al ver que se levanta Paco, vuleve a su lugar.

−Hola, soy Paco, y soy hacker adicto.

−Hola Paco –Lo dicen una media centena de niños y jóvenes.

−Les comparto lo que he vivido en estas 4 semanas y que no le he contado. No se porqué, pero me han intentado matar, sobornar, entrevistar, filmar; me aparecen los nuevos programas de internet hasta en el papel de baño, brujería he encontrado incluso en mi cepillo de dientes, con decirles que me han visitad hasta los extraterrestres, y hay quien me ofrece ser líder de no se cuantos movimientos.  No se qué pasa, solo soy una persona que está luchando por que mi dedo no prenda un botón, y si lo prende que lo apague. Creo que ahora, el mundo se ha vuelto Paco adicto. ¡Vanesa, son todos tuyos!

Fin

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