Hendiduras

Las hendiduras de tus labios son rincones que ansío para ocultarme de la oscuridad que acecha

con dientes de estrellas y se me presenta como nidos iluminados por algún embrión

o pequeños faroles que pestañean aún despiertos,

cuando tus miembros duermen arrullados por la noche.

La luz es una gota que tirita en la oscuridad e intenta esparcir su alma en nosotros,

pero débil se seca en la rejillas de la madrugada que a todos gusta de aprisionar entre colmillos.

No hay farolas de grandes ojos que vigilen las calles que transito cuando la claridad del cielo

cae enredada en sus velos sobre las manos del ocaso,

y voy sonámbula en busca de los solitarios rincones en los callejones de tu piel.

Dejo guiar mis pasos por las campanadas que en tus labios resuenan,

tus altos y dibujados labios en tu rostro de iglesia aislada en la montaña.

Me confundo con la soledad de tu pecho, con sus zócalos vacíos

y adornados por el baile de las sombras al ritmo de tu corazón.

Los violines rotos de los grillos retardan la hora del despertar

y los ecos de su sinfónica retienen a los sueños,

antes que las tinieblas del mundo los escombre junto a las cenizas de la luna vieja.

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