Gárgola

 

No es preciso hacer demasiado
para inducirse a la extrañeza.
Basta con sentarse en la orilla de algún edificio
de algún balcón
o de una banca.
Basta con observar
cómo camina el mundo de manera inerte.
Fuerte.
Gris.
Inamovible.
Observar el desbordar del agua
y desbordarse,
observar el caer de las hojas
y caer viéndolas.
Derretirse.
Incinerarse.
Basta con ver a la gente
y ver las horas,
porque cuando la gárgola
con mayor contemplación observa
se vuelve vida,
y el mundo,
se vuelve piedra.

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