Fernando y Lucía

 −Quiero el divorcio –le dice Fernando a Lucía viendo hacia la mesa del comedor en donde estaba cenando.

−¡No inventes!, acábate elote y vámonos a dormir que mañana tenemos que levantarnos temprano. Es un sábado con muchas actividades, tenemos que empezar a las nueve en punto para que nos dé tiempo de hacer todo, porque a las dos nos vamos a la comida de la tía Clara, y tenemos que llegar temprano.

−No voy a hacer nada de eso, ni voy a ir a la comida, me voy a mudar mañana, ya me canse –y susurra−: “¡Cualquier herida, pero no herida del corazón!, ¡cualquier maldad, pero no maldad de mujer!”

−¡Qué dices! Eso se planea, me tendrías que haber avisado por lo menos con tres meses de anticipación. Como broma ya estuvo bien –le dice Lucía lavando los platos.

Lucía se seca las manos y se va a sentar a la sala con Fernando.

−No te creo, pero, qué pero me pones en estos 20 años de casados, siempre tienes la comida sabrosa y a tiempo, la ropa limpia, todos los problemas de la casa yo los resuelvo, los hijos llevan buenas calificaciones gracias a mí. Administro bien el dinero, aporto buen dinero con la venta de mis catálogos, gracias a eso tenemos vacaciones cada año. Tú, en cambio, no sabes ni freír un huevo, no sabes administrar el dinero, no sabes cómo resolver los problemas de nuestros hijos, no sabes tomar buenas decisiones, no eres capaz de nada, eres un inútil, y no sobrevivirías un minuto fuera de esta casa. Además, estamos a dos meses de celebrar nuestro aniversario de boda, y ya entregué las invitaciones para nuestra fiesta y ya hice las reservaciones para nuestro viaje anual. ¡No consideraste esto cuando pensaste en irte! Como siempre, ya ves, te lo estoy demostrando… y nunca cambiarás.

−Sí verdad, mejor me quedo, tu siempre tienes la razón…

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