Expiasión

Se ha refugiado en mi cuerpo el llanto de la primera serpiente

que aún vaga por la tierra persiguiendo la huella de sus garras perdidas

y acumula en mi boca el polvo que por siglos ha tragado,

enreda su lengua con la mía, la ahorca, la envenena y mis palabras nacen muertas.

 

Un tigre clavó sus dientes en mi piel para teñir su cuerpo con el rojo de mi sangre

y una pantera me ha tapado con su negra vestimenta los pechos que antaño andaban desnudos

y el ojo de venado que colgaba de mi cuello no pudo protegerme.

 

Las espuelas del primer caballo que fue domado se azota en mis huesos

y sus correas me amordazan la boca y los ojos,

la muerte lo monta y lo lleva por toda mi alma y a recorrer su oscura senda.

 

El aullido de un Lobo persiguió a la luna a través de la espesura de mi vientre

para perderse en mi ser con toda su soledad,

persigue y es perseguido por una jauría.

 

Monos rien rien a través de mis cabellos,

gatos se pasean por mis ojos buscando un rincón para aparearse,

pájaros perseguidos por el eco de un disparo encuentran mis manos.

 

Ah, la selva toda, el monte, la sabana y el cielo y hasta el mar han venido a mi cuerpo

a ampararse del fin del tiempo.

La jauría le da vueltas a mis pies y les aviento pedazos de mis ojos.

La naturaleza funda su reino en lo que queda de mis sombras

y sus sonidos me eclipsan.

Qué soy, si no la sombra de las sombras de todas esa vidas

habitando este instante en el latido de mi corazón.

 

Pequeño segundo extraido del pedazo de un momento amputado al cuerpo del tiempo

en el que la creación se recrea por debajo de mi corteza cuando me tocas

y apareces como una lechuza a desentrañar lo olculto en sus rocas,

a liberar a las noches que se morian encadenadas a mi alma,

El estruendo del apcalipsis y sus fieras se fugan y habitan las playas de mi esencia,

el grito sin límites de la memoria del universo;

cuando me tocas, cuando tus manos en el lago que mi pecho te ofrece con la luz de sus peces dorados,

para que encuentres tus huellas, mi espíritu angélico.

 

Pan, pan, salen los gruñidos cual si fueran chohetes que iluminan el tedio de la noche,

me dejas a oscuras, vacía, amarrada a la plegaria para después quedar absuelta,

comulgo contigo , la sentencia de un beso se dibuja en cruz sobre los espacios en blanco

de nuestros labios y  huye la angustia de la existencia condenada a la sola sustancia de mi cuerpo.

Me traes el silencio y quedo indefensa en tus brazos mirando al mundo por primera vez.

 

 

 

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