Entre metáforas y electrones

Poesía y Ciencia

Primera Parte: Ese pálido punto azul

Abundan las frases, hoy más que nunca, basta con abrir el perfil de facebook para encontrarse con el rostro de Einsten, Newton, Platón, Schopenhauer y un largo etcétera, acompañados de alguna de sus máximas. Dada la tremenda reputación de los personajes uno degusta las palabras como si de un vino costoso se tratase.

De estas citas que  brincan de un lado a otro, hay algunas que a fuerza de ser repetidas pierden su impacto original, hay otras que aprovechan la imagen del susodicho para emitir mensajes que no corresponden con el autor presentado; así, en tal confusión es común encontrar a un Saramago o  a un García Márquez alabando posturas religiosas en las que no creían o a un Borges lamentándose, sin su ingenio característico, de la vejez.

Quizá pecando de tolerantes con esta situación podemos decir que, a fin de cuentas, lo que importa no es quién dijo qué, sino que el mensaje sea transmitido.  Cada quien tiene sus frases que le acomodan, aquellas que le sirven de saco para lucir con vanidad. Pero ¿qué es lo que tanto nos llama la atención de estas palabras?, ¿Qué es lo que produce que algunas sean más efectivas que otras?.

Al estudiar las funciones del lenguaje uno se encuentra que la más atractiva es la que los teóricos llaman función poética o función estética,  la que gusta de jugar y hacer malabares con las palabras, la que utiliza las armas de la retórica como la metáfora, la analogía, el doble sentido, el símil, etc. Esta función ha sido muy explotada  ya que nos sirve, entre otras cosas, para elaborar la ingeniosa publicidad, la cursi carta de amor, el engañoso discurso político, el vanguardista poema, la llegadora canción o el astuto refrán. Las frases que merecen nuestros preciados likes son las que hacen un uso más efectivo de esta función.

Rara vez la función poética está presente en la ciencia dura, las revistas científicas especializadas exigen al autor quitarle al lenguaje los oropeles y ensayan su eficacia en los tecnicismos. Limitan su uso casi exclusivamente a la función representativa, la que busca informar, describir y reportar. Mucha de la ciencia se ha vuelto de difícil acceso para el público en general debido a esto; aquí cobra importancia la divulgación, donde el científico se siente con la libertad de suavizar el lenguaje y se permite utilizar figuras literarias para focalizar la mirada del lector sobre una idea  compleja.

Un estudio realizado por científicos españoles mostró que la actividad cerebral generada por las figuras retóricas generan una intensa actividad en el área frontal del cerebro  “Nuestra investigación demuestra el éxito a nivel retórico de las figuras literarias, y la razón de su efectividad, es que atraen la atención de quien las escucha más que otras expresiones”, explica Nicola Molinaro, autor principal del estudio. Concretamente, “se activa la parte frontal del cerebro y se emplean más recursos de lo habitual en procesar a nivel cerebral esa expresión” 1. Así, en la divulgación científica, el escritor utiliza estas formas del lenguaje como una estrategia de seducción. Un científico que supo utilizar muy bien este recurso fue el astrónomo Carl Sagan, popular por la serie de divulgación Cosmos, en sus libros podemos encontrar frases como:

“El lenguaje de la herencia está escrito en un alfabeto de  sólo cuatro letras”

“Somos polvo de estrellas que piensa en las estrellas”

“La ausencia de prueba no es prueba de ausencia”

“El universo no fue hecho a medida del hombre; tampoco le es hostil: es indiferente”

Una de sus reflexiones más conmovedoras, conocida desde entonces como “Ese pálido punto azul” fue la que cerró su exitosa serie Cosmos. Se ve en pantalla la imagen de la tierra tomada desde el Voyager; a 6 000 millones de kilómetros de distancia, la tierra es apenas un pixel en el espacio. Luego, mientras la imagen de la tierra va volviéndose más y más grande, la pausada voz de Sagan hace uso de la figura literaria conocida como enumeración. Aquí el texto completo:

Consideremos nuevamente este punto. Eso es aquí, Es nuestro hogar. Eso somos nosotros. En él están todos los que amamos, todo los que conoces, todos de quiénes has oído hablar, y todos los seres humanos, quienes fueran que han vivido sus vidas. La suma de nuestra alegría y sufrimiento, miles de confiadas religiones, ideologías y doctrinas económicas, cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de la civilizaciones, cada rey y cada campesino, cada joven pareja de enamorados, cada madre y padre, cada esperanzado niño, inventor y explorador, cada maestro de moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y pecador en la historia de nuestra especie vivió ahí: en una mota de polvo suspendida en un rayo de Sol.

La Tierra es un muy pequeño escalón en una vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre derramados por todos esos generales y emperadores, para que, en gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las interminables crueles visitas que los habitantes de una esquina de ese pixel hicieron contra los apenas distinguibles habitantes de alguna otra esquina; la frecuencia de sus malentendidos, lo impaciencia por matarse unos a otros, la generación de fervientes odios. Nuestras posturas, nuestra imaginada auto-importancia, la falsa ilusión de tener una posición privilegiada en el Universo, son desafiadas por este pálido punto de luz.

Nuestro planeta es una mota solitaria en la inmensa oscuridad cósmica. En nuestra oscuridad, en toda esta vastedad, no hay ni un indicio de que la ayuda llegará desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos. La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro cercano, al cual nuestra especie pudiera migrar. ¿Visitar?, Sí. Establecerse, ¿aún no? Nos guste o no, por el momento la Tierra es donde tenemos que quedarnos.

Se ha dicho que la astronomía es una experiencia de humildad y construcción de carácter. Quizá no hay mejor demostración de la tontería de la soberbia humana que ésta imagen distante de nuestro minúsculo mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos los unos a los otros más amablemente, y de preservar y cuidar el pálido punto azul, el único hogar que jamás hemos conocido.

Atacado frecuentemente por sectores religiosos debido a su ateísmo, Sagan llega a una conclusión similar a la de sus contrincantes y mediante el asombro científico nos llama a la humildad y al cuidado del planeta. Para algunos tal postura moral puede resultar cursi o inadecuada; para mí, necesaria.

 

 

1 http://www.muyinteresante.es/salud/articulo/asi-actuan-la-literatura-y-la-poesia-sobre-el-cerebro

Impactos: 3