Entre metáforas y electrones

Temores de ayer

Una vez vi un cometa, me acompañó en un viaje por carretera. Parecía una bruja en escoba blanca que a ratos se ocultaba entre nubes  y cerros. Recuerdo haber bajado el vidrio por si escuchaba el zumbar de su estela, pero no había sino el ruido de las llantas rodando sobre el asfalto y el chirrido de los insectos de matorral.

Se llamaba Hale- Bopp, tenía yo 12 años cuando lo vi. Era 1997 y con el fin de milenio a la vuelta de la esquina las supersticiones enrarecían el ambiente. Una luz extranjera en el cielo era un mal augurio, un visitante incómodo que acaso venía a traer un mensaje oculto del Universo.

El cometa estuvo presente en el cielo gran parte del año, lo curioso es que lo recuerdo solamente al regreso de ese viaje con mi familia. La madrugada era más oscura que otras madrugadas y nuestro tsuru rojo parecía el único automóvil circulando por el camino. Arrullado por el balanceo y la nostálgica música de una estación AM, intentaba dormir, pero entonces me atacaba la imagen que semanas antes había visto en un noticiero: Treinta y nueve cadáveres envueltos en sábanas  eran llevados afuera de una casa por agentes de la policía. Se les veían los tennis  (porque todos traían tennis Nike) y en algunos casos se marcaban las siluetas de sus cuerpos bajo la tela.

Aunque el tiempo de los humanos solo tiene dos fronteras, el nacimiento y la muerte, nos empeñamos en inventarle otras tantas. Dividimos así la existencia en etapas, en edades, en décadas; a cada quien le gusta tomar la bandera de una generación que lo define, aquella que moldea los gustos, los temores y las ambiciones, aquella que con su música, su forma de vestir, sus películas, cuentos y mitos urbanos proporciona una base estética para comparar los años por venir. Para mí esa etapa fueron los noventas, la época del choco milk y los caballeros del zodiaco, del Necaxa como el mejor equipo de México y del asesinato de Colosio, época de Zack Morris, el príncipe del rap y dos agentes del FBI que me provocaron más de una pesadilla: Mulder y Scully, de los expedientes secretos X. A la fecha, cuando escucho el silbido que servía de opening para esta serie, sigo teniendo un ligero estremecimiento.

Una escena en particular definió mi temor a los extraterrestres. En el umbral de una puerta aparecía una figura humanoide. Rodeada de una luz blanca, la silueta era oscura y permanecía quieta, la música de la serie se escuchaba de fondo y acentuaba el temblor interno que sentía. Cuando el temor es compartido extrañamente es más intenso, como si al mirarlo en el rostro  de otra persona este rebotara de uno a otro ganando fuerza; aquella serie la veía con mi hermana  los viernes por la noche, puntuales nos sentábamos frente al televisor y apagábamos las luces. En esa ocasión ella también se estremeció con la imagen y alguno de los dos se levantó rápidamente a encender la luz. Duré varias noches sin atreverme a dormir con la puerta abierta y vigilando con paranoia las sombras que se colaban por la rendija inferior.

Cuando se mira al cielo de noche es inevitable preguntarse sobre la posibilidad de vida en otros mundos. Un cometa brillando entre las estrellas aumenta los matices esa cuestión. ¿Qué planetas, qué soles, qué lunas habrán visto pasar a este visitante?  ¿Podría ser que tras el cometa viniera una nave extraterrestre con una misión salvadora?. Las treinta y nueve personas que se suicidaron aquel año creían que sí. Pertenecían a una secta llamada “ Puerta del cielo”, y estaban firmemente convencidas de que sus almas serían llevadas a las estrellas por esta civilización alienígena. Aunque sonaba ridículo, mientras miraba hacia arriba recostado en el asiento trasero del auto, me preguntaba si no sería cierto aquello, enfocaba la mirada con morbo y terror hacia la cola del cometa. Mis hermanas a un lado dormían, mi mamá en el asiento del copiloto le hacía plática a mi papá para que no lo venciera el sueño. En aquel ambiente me sentía protegido pero a la vez me llegaba un escalofrío similar al de las noches de viernes frente al televisor. ¿Y si esa secta de locos tenía razón y solo ellos serían salvados de la autodestructiva humanidad, de las catástrofes futuras, del fin del milenio y el apocalipsis inminente?

Pasó el cometa, se acabó el milenio y aquel suicidio colectivo quedó en la vitrina de las  idioteces humanas, misma que tiene reservados los espacios para tanta muerte y estupidez que se sigue cometiendo en nombre de insólitas creencias.

Recuerdo con nostalgia aquel viaje y de vez en cuando pienso en el cometa.En este momento Hale Bopp ya se encuentra fuera del sistema solar. Seguirá en su larga órbita por siglos y dentro de 2380 años volverá.

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