El Diablo deprimido

—Ya hay mucha espiritualidad en el mundo, ya nadie quiere hacer el mal, estoy triste y deprimido, ¿cómo le haré para seguir comprando almas? —se lamentaba el Diablo, tendido en su sillón favorito, en la sala de un infierno cada día más deshabitado.

Mientras, en la tierra, Juan José Sánchez terminaba de tomar su curso “Ofrezca felicidad y venda lo que quiera”.

—¡Estoy super motivado!, creo poder venderle el paraíso incluso al mismísimo Diablo —comentó Juan José a Esteban, su compañero de trabajo, mientras caminaban a sus respectivos coches.

—Nos vemos mañana en la oficina, ¡a vender se ha dicho! —Juan José condujo hacía el restaurante de costumbre, ordenó su comida y mientras le servían, revisó su agenda de visitas para la semana. Varios clientes lo recibirían, tenía que venderles el curso: “Sé muy feliz, respira, descansa, haz el bien y no mires a quien”.

—Podría venderle el curso al mismísmo Diablo, ¡claro que lo haría! —lo repitió y repitió para si mismo varias veces. Mientras, en el infierno, el Diablo tomaba su siesta y súbitamente abrió los ojos.

—Escucho una voz invocándome, alguien me invoca con fuerza, lo siento así, ¿quién podrá ser?, ummm, ahora estoy cansado, pero bueno, iré a ver quien me llama y más tarde tomaré mi siesta —muy lentamente subió a la tierra siguiendo la voz que lo invocaba y se presentó delante de Juan José tomando la forma de un anciano.

—Buenas tardes señor, ¿podría concederme un momento?, claro, si no está muy ocupado —el Diablo le habló con voz muy baja a Juan José que escribía el discurso para su entrevista de esa tarde; alzó la mirada y le pidió que le repitiera lo que había dicho, el Diablo tímidamente repitió la petición.

—Claro señor, por favor siéntese, ¿en qué puedo servirle?

—Pues verá… ummm… quería proponerle algo… bueno, no se… si es que le interesa, claro…

—Sí, pero dígame, ¿de qué se trata?

—Pues no se como decirle…

—Solo dígalo, dígalo ya —Juan José soltó la libreta que tenía en las manos y miró fijamente al Diablo.

—Bueno, soy el Diablo, y si usted acepta, puedo comprarle su alma… claro, solo si usted acepta.

—Ok, entiendo señor, y le tengo muy buenas noticias, tengo un excelente curso para usted, créame, después que lo tome todos sus miedos terminarán, su autoestima mejorará y será muy, pero muy feliz, se lo puedo garantizar.

—¿De qué curso se trata? —preguntó el Diablo, incrédulo.

—El curso se llama: “Sé muy feliz, respira, descansa, haz el bien y no mires a quien”, le hablarán de como ser un ganador y como ser muy feliz, solo tiene que firmar este contrato y todos sus males habrán terminado, se lo aseguro.

—La verdad si me he sentido bastante desmotivado últimamente, necesito algo que renueve mis energías.

—Entonces, este es el curso perfecto para usted, solo firme aquí y lo esperamos en nuestras instalaciones el día 28 de este mes.

—Está bien, ahí estaré… —el Diablo firmó y asistió al curso. Cuando este finalizó, estaba tan motivado que ya no tenía ganas de comprar almas y solo quería ser feliz. Anduvo en la tierra muy contento ayudando a quien podía, se sentía tan bien que ni del infierno se acordaba. Pero aunque se esforzó mucho por motivarse día con día, su alegría solo duró un mes, después decidió regresar al infierno.

—¡Ay!, ¿por qué soy tan débil? ¡Siempre me ocurre lo mismo! —y así triste y desmotivado, nuevamente, decidió tocar las puertas del infierno, pero el que ahora se encargaba de la entrada no le permitió el paso.

—Este lugar ya no es para ti, decidiste irte y no puedes regresar, tu mismo pusiste las reglas, ¿recuerdas? —El Diablo se entristeció tanto que no tuvo fuerzas para insistir y se marchó. No había logrado entrar al infierno, pero ahora sentía que su infierno en la tierra apenas comenzaba, sentía dolor en la espalda, rodillas, manos, pies y todos los achaques propios del cuerpo mortal que había elegido.

—¡Hubiera elegido el cuerpo de un joven! —se lamentó el Diablo una vez más—. ¿Por qué todo lo malo me pasa a mi?

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