Camila

RUDO, EL MUÑECO DE CAMILA
RUDO, EL MUÑECO DE CAMILA

Camila nació en 1990 en muy malas circunstancias, Su mamá tuvo una pelvis muy estrecha y por no haber llevado un control médico de su embarazo, necesitó de fórceps en el alumbramiento. Una mala maniobra, lesionó la columna vertebral de la niña, dejándola inválida para siempre.

La niña ahora de 9 años, había escuchado que algunos amigos invitaron a su mamá, a una fiesta en una playa de Acapulco para despedir el milenio. Vivía frustrada por no poder ir a cualquier lugar que deseaba, y le pidió a su mamá que la llevara a ese lugar en dónde pudiera ver la puesta del sol de fin de año y última de milenio.

Bertha tenía 19 años de edad cuando Camila nació, y desde entonces ha estado más preocupada por el sustento diario de la niña que por su necesidad de cariño. Le contestó a la niña que definitivamente no irían a la fiesta de fin de milenio, pero que eso no era importante ni necesario para ser feliz. Que viera cómo Rudo su muñeco, tampoco podía caminar y siempre estaba sonriendo. Y salió de la habitación, sintiendo que de alguna manera había descargado un poco de su propia frustración.

La niña descubre que su mamá no la llevará porque no quiere tener la inconveniencia que ocasiona trasladarla de un sitio a otro y las situaciones que ello crea. Se dio cuenta que era un estorbo para su joven madre de 28 años. Un obstáculo para su felicidad.

En su gran tristeza, ve a Rudo su muñeco, que siempre está sonriendo y le pregunta ¿Por qué no puedo caminar como todos? En ese momento, el subconsciente de Bertha intuye que la respuesta que le dio a Camila no fue adecuada y regresa a su cuarto escuchando las preguntas que le hacía a Rudo: ¿Por qué nací así?, soy un estorbo para mi mamá ¿verdad? Tú tampoco caminas y no eres un estorbo para mí. Yo te quiero aunque tenga que cargarte todo el tiempo, ¿acaso hay una razón por la que no caminamos? ¿Dices que hay una forma de dejar esta silla? Dime cómo Rudo.

Bertha no supo con quien hablaba la niña, y no escuchó ninguna voz que le contestara. Un extraño escalofrío recorrió su cuerpo. Se dio cuenta que las preguntas y respuestas que escuchaba no eran la forma en que Camila se expresaba. ¿Con quién platicaba? La niña estaba sola en su cuarto. Tuvo el impulso de entrar y darle alguna explicación… pero no pudo enfrentar la situación y se alejó de ahí.

A la mañana siguiente el cuerpecito de la niña yacía inerte en su camita, con una dulce sonrisa, abrazaba a Rudo, el cual extrañamente, ya no sonreía. En una pequeña hoja de cuaderno había una nota para su mamá: “Te amo mami, ya sé cómo librarme de esta silla, y voy a la fiesta de fin de año para despedir el milenio con Rudo. Ya no tienes que cuidarme”. Rudo no pudo ir a la fiesta, no tenía alma, y por eso ya no sonrió nunca más.

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