Ante el espejo

Cansado de escuchar los pasos de mi sombra

abro la puerta y apago la música del viento

que se pierde en la otra calle.

 

Gateo en la oscuridad buscando los brazos de las sábanas

que me esperan con la cena quemada y escucho ladridos distantes

de perros que se aparean con la luna,

perros que no se cansan de parir estrellas que como nacen mueren.

 

En mis tanteos tropiezo con la misma pared de ayer,

cubierta de grillos sordomudos y me clavo en el ojo un cristal,

lo extraigo con el agua estancada en la bañera para recuperar mi ceguera.

 

Sigo caminando en la oscuridad pero una luz me llama,

la misma luz de ayer y antes de ayer, que se esconde detrás de la basura.

El impulso de un rayo la descubre ¡Ah eras tú, que me guiñas el ojo!

Hace días que me llamas como si vinieras de mares lejanos

con un mensaje para mí, te tomo entre el tedio y la curiosidad.

 

Veo tus aguas saladas que me invitan a hundirme en el lamento de las sirenas ebrias

y en e silencio de las profundidades de tu voz,

aguas tristes, aguas misteriosas, aguas verdes que me traen las ondas de su recuerdo

con el suspiro de la piedra que lanzo.

 

Bebo de las aguas prohibidas derramando gotas

que mis poros devoran con las ansias de una sed de antaño

y en la botella, barco de mis extravíos, veo mi imagen naufragar,

¡Hacía tanto tiempo que no te veía! ¡No me veía! Y se desgarra el aullido

de otro perro en la distancia.

 

Veo mis ojos agujereados por las polillas de un viejo libro,

veo mis labios agrietados como un desierto por donde han pasado mil emigrantes

con sus cuervos de mascota, veo mis orejas perforadas por dos réplicas de diamantes sangrientos.

 

Y entonces mi nariz se asoma en la distorción del cristal, filosa

como un barranco donde mis suspiros perecen por ella

y  a esas cloacas de mi piel que conducen a callejones con muros,

muros que conducen a las entrañas del camposanto donde posiblemente

descansa el feto del que soy o fui o debí ser,

¡Cuantas arrugas me vociferan su ausencia!

Tan lúcida que me arrulla en sus ojos de cuna donde por soñar de más, nunca fui, nunca seré.

 

cae al suelo mi espejo  azotando

su mensaje de mar, se rompe, estalla en su revelación

como un muerto que se esfuma en la presencia del sol.

 

Amanece,  ¡Un día más! Me duermo en los residuos de alcohol

¿Buscando? ¿ Esperando? ¿ Qué?

 

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