Ocúltame

Ocúltame en tu cuerpo, disfraz  hecho de cielo negro

y nubes que guardan en su pecho el néctar de las flores,

toma mi alma con tus alas de cinceles

como si fuera  yo  roca errante  en las olas de tu sudor.

 

Abre tu cuerpo para mí,  desviste sobre los orificios de mi piel tu disfraz de pájaro,

abre aún más las  vacuas puertas de nuestras heridas  con el filo de tus plumas

y baila tu danza secreta de melodías nacientes de las flautas sin salida

y baila y abrázame con tu cuerpo ficticio de cuarzos que llevan en el filo de sus labios la luz que ha de alentar

a nuestros nuevos cuerpos  sin honduras, libera la carga de tus esquirlas sobre lo que soy, irregularidad,                                                                                                            hoyo en la tierra que vigila el paso nocturno de la lluvia.
Apaga la hoguera donde me asilo, a los fantasmas que el fuego en su baile transmuta,

danza la  melodía de los cielos  que las aves sagradas ejecutan con el arpa de la lluvia,

canta a a través de tu máscara  de cartón que simula el rostro de las santas emplumadas

Danza,  y en tu danza trágame como si tu disfraz fuera túnel hacia la  subterránea morada

de  los hijos de las piedras que no hallan espacio en la vida.

 

Dile a tu cuerpo escondido tras la vestimenta teatral

que abra su sótano y me acoja y me aleje del silbato de los centinelas del tiempo y la noche

de los que congregan para mañana a los que llevan en la frente el beso de la lumbre

líbrame en tu cuerpo, altar oculto en la ciudad en llamas   y entiérrame en él como a una muerta-viva

que sólo en el corazón de ese santuario puede escapar de la guerra que los deseos gestan,  ya diestros para                                                                                                                                                                            llover, nacer y morir.

 

 

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